miércoles, 31 de agosto de 2016

Conclusiones de fin de verano

Prometí escribir más este verano y no lo hice pero, en su defecto, fui haciendo acopio de todas las pequeñas cosas que, tarde o temprano, os quería transmitir, dando énfasis a la labor de bloquear a ana y vivir los pequeños grandes momentos que nos regala la vida.

En primer lugar, he dedicado unas horas a pensar en todo aquello que en su momento me parecieron “excesos” o, más bien, ana me hizo pensar que lo eran. Esos instantes después de comer algo en los que, de forma irracional a más no poder, piensas que vas a engordar una barbaridad y que te has pasado mil pueblos. Aquellos, que hayan sufrido por culpa de la anorexia o la bulimia, sabrán de sobra la sensación que estoy intentando reflejar en estas últimas cuatro líneas. Es entonces cuando he podido recopilar la siguiente lista: un negritón, un par de bombones helados de chocolate blanco con almendras, un chococlack y numerosos helados más; varios cachopos asturianos; unos cuantos bocatas de Nocilla; casi veinte bolsas de regalices rojos; un brownie con helado de vainilla; otras tantas hamburguesas, por no hablar de las pizzas; un par de chocolates con churros; dos o tres tartas de queso; unas doscientas patatas fritas; cuatro bombones belgas; dos bocatas de pan con chocolate…

Por otro lado he dedicado, aún más horas, a redactar esta otra lista titulada “los momentos del verano que me han hecho sentir viva”: cabalgar las olas con una tabla de surf; cantar canciones de campamento con mi grupo scout; descubrir nuevas playas; visitar unas cuevas maravillosas; risas; más risas; hacer una media de treinta hoyos y castillos en la arena con mis sobrinos; ir al cine; jugar a las cartas; columpiarme en un día de viento; bucear; recoger conchas de paseo por la playa; jugar con los peques de la familia; abrazos, muchos abrazos; dormir la siesta con mi sobrina de un año aferrada a mi brazo; cantar; admirar la naturaleza; coger cangrejos; dar de comer a un bisonte; carreras en los karts; atardeceres sobre el mar; y más, muchísimo más.

El caso es que, de no haber hecho todo lo que está en mi primera lista, significaría que aún sigo enferma y no me permito nada calórico en mi dieta. Y, si esto fuera así, seguiría tan deprimida y amargada que me habría sido imposible disfrutar o, más bien, apreciar, todo lo que está en mi segunda lista. Eso por no hablar de que quizás estaría ingresada o bastante mal como para no poder haber llevado la vida que he llevado estas vacaciones.

Como dato objetivo, y lo digo por si alguien por casualidad está pensando “sí bueno, ella come todo eso y disfruta pero será porque no le importa coger peso en absoluto” os diré que, tras tres meses de vacaciones, sigo pesando exactamente lo mismo que cuando las empecé. Y, aunque sé que esto no tiene por qué importar, me parece una buena razón para dejar de rayarse por tonterías y disfrutar un poquito más de la vida. ¡Que ya va siendo hora!. Y que, aunque hubiese cogido peso este verano, me daría igual, porque al releer mi segunda lista sigo sonriendo y pensando que todo eso vale mucho, mucho más, que el privarse de tomarse un helado por miedo a coger 200gr.


Así que ya sabéis, mi consejo es que disfrutéis de la vida, con toooodo lo que os ofrece. Yo, a veces, creo que pagaría para que el momento en el que me tomo un helado con mis sobrinos entre risas fuese eterno. Ana me ha privado de multitud de momentos, momentos que jamás volverán, pero cada día puedo decidir que esto quede en el pasado, que no se vuelva a repetir nunca más. Porque la vida es eso, momentos, y si algo o alguien nos priva de ellos o nos hace vivirlos de manera amarga, ¿qué nos queda?

domingo, 7 de agosto de 2016

Una Fuerte Incomprensión

No sé cómo escribir este post sin que nadie se lo tome de manera muy personal. El caso es que llevo unos meses en bipolar sintonía con la vida. Por un lado, le estoy agradecida y le agradezco todo lo que me ha dado. Por otro lado, le tengo cierta aversión, cierta manía, por la forma extraña en que se comporta conmigo. No sé cómo explicarme. En un corto intervalo de tiempo he podido sentir a todas esas personas que me quieren, que solo desean mi felicidad, y hemos estrechado nuestros lazos de una manera increíble. He tenido la oportunidad de valorar la inmensa suerte de tenerlas en mi vida. Y también he podido darme cuenta de la escasa gente de más que necesito en mi vida si estas personas permanecen a mi lado. No las voy a nombrar aquí, ellas saben muy bien quiénes son.

Por el contrario, he vivido varios episodios amargos en los que me he sentido tremendamente incomprendida y rechazada. Gente para la que, no importa todo lo que haya luchado, solo ven mi parte enferma. Gente a la que he deseado querer, pero que no ha querido quererme. Opino que, cuando quieres a una persona, lejos de alejarte de ella y evitar así tu propio sufrimiento, haces todo lo posible por permanecer a su lado y verla feliz, sonsacarle una sonrisa, un sí rotundo a la vida. Al fin y al cabo, si ya quieres a alguien, lo que le pase a esa persona te va afectar indudablemente, da igual la distancia o barrera física que pongas de por medio. No obstante, si alguien es capaz de dejar que tus palabras caigan en saco roto, si alguien sabe que lo estás pasando mal por no ser correspondida, y aun así, continua alejándose, entonces esa persona no te quiere o, al menos, no lo suficiente. Con todo este rollo lo que quiero decir es que a veces nos empeñamos en querer a las personas equivocadas. Gastamos todas nuestras fuerzas y energías en gente que no nos hace bien, en vez de continuar con nuestra vida y sonreír por aquellos que de verdad están ahí y quieren vernos bien. Porque se lo merecen. Porque nos lo merecemos. Y toda esa gente que no te brinde la oportunidad de mostrarte como eres, de ofrecer todo lo que tienes que ofrecer, no merece la pena. Supongo que uno de mis defectos es no aceptar que haya gente que no me acepte o que no me quiera, aunque yo les quiera muchísimo. Porque, al fin y al cabo, como bien suele decir mi madre, no todos estamos hechos de la misma pasta.


¿Por qué tantos esfuerzos y sufrimiento por querer a gente en tu vida que, sin embargo, está claro que no te quiere en la suya? He ahí la gran “antagonía” que me quema por dentro desde que empecé a tener conciencia del mundo que me rodeaba. ¿Qué valor pueden tener las lágrimas que se derraman por alguien que ni tan siquiera piensa en ti?

viernes, 5 de agosto de 2016

Hola de nuevo

Cuando tenía ocho años empecé a componer mis propias canciones. Mi sueño era ser una gran cantante y las letras me venían a la mente “como churros”. Cuando llegó ana a mi vida, es decir, cuando enfermé, algo en mí se paralizó y me volví incapaz de seguir componiendo. Ya no se me ocurría nada y, lo poco que se me cruzaba por la cabeza, pronto me parecía basura y lo desechaba. Os preguntaréis por qué os cuento esto. Pues bien, soy consciente de que estos últimos meses he estado desaparecida y he desatendido enormemente mi blog. Prometí escribir ahora en verano. Llevo semanas pensando qué contaros que os pueda resultar útil e interesante. Pero, sinceramente, no se me ocurre nada. Me vuelve a pasar lo que me pasó con las canciones. Lo poco que se me ocurre pronto lo deshecho y me parece banal y absurdo.

Finalmente, he optado por abrir mi portátil y empezar a escribir sin echarme para atrás, salga lo que salga. ¿Qué tal si empiezo contándoos cómo ha ido mi año?

Este ha sido mi último año de carrera, lo cual me ha acarreado unas cuántas crisis personales acerca de mi futuro profesional. Para ahorraros detalles superfluos, os diré que, sintiéndolo mucho, he descartado la idea de hacer medicina o psicología. Sé que encontraré otras vías mediantes las que ayudar a las personas que padecen TCA. Por el contrario, he decidido apostar por mi sueño. Sí, todo eso de cantar como os decía en las primeras líneas del post. Voy a volcarme de pleno en mi carrera musical: danza, canto y teatro. Para ello, tengo que conseguir dar esquinazo a ana para siempre, ya que este es un mundo muy competitivo y, como bien dice Melendi: “cuando crecen mis complejos veo tu sombra ofreciéndome la falsa libertad”.

Hablando de ana, este verano he vivido una de las experiencias más bonitas y reconfortantes de toda mi vida. Tras años de lucha, una de mis mejores amigas a la cual conocí en uno de los ingresos por TCA y de la cual os dejé su carta contra la anorexia en una publicación anterior, y yo, nos hemos ido de viaje a la playa con nuestras parejas durante cinco días. Hasta aquí todo parece normal, pero ¿y si os digo que hace apenas cinco años las dos estábamos al borde de la muerte en una cama de hospital? Ahora la historia empieza a parecer más bonita. ¿Y si añado que hemos encontrado dos novios que nos cuidan, que nos aman y que saben nuestra batalla contra ana y por ello nos quieren aun más? Cada vez parece una historia más conmovedora. Sobra decir lo mucho que cuesta ponerse en bikini y, aun pudiendo irnos a cualquier sitio, decidimos ir a la playa. ¿Por qué? Porque cuando estás fuerte, cuando estás a gusto contigo misma, sobran los complejos. Porque aunque te preocupen los tres helados que te has metido hoy entre pecho y espalda, cuando recuerdes este viaje, la comida será algo tan nimio que ni recordarás qué comiste, cuándo lo comiste, dónde lo comiste ni lo bien o mal que te sentiste al hacerlo. Lo que recordarás serán las risas y los buenos ratos. Y algo muy especial que me llevo de este viaje son las lágrimas de emoción que intercambiábamos en silencio mi amiga y yo al darnos cuenta de hasta dónde habíamos conseguido llegar y de que estábamos viviendo algo de lo que nunca antes hubiésemos creído vivir juntas. De que empezaba a ser verdad aquello de que después de la tormenta viene la calma, que después de la lluvia sale el Sol, que todo sufrimiento tiene su recompensa…

Así que, de verdad, no esperéis siete o más años como yo para vivir cosas increíbles como esta que os acabo de contar. Callarle la boca al bicho de una vez e iros con vuestros amigos o con vuestra familia a disfrutar del verano mientras os tomáis un aperitivo como el resto de los mortales o el helado típico de después de comer en el bar del pueblo. Ir a la playa, poneros el bañador y, en vez de mirar a cada chica delgada que pase y comparar al milímetro cada parte de su cuerpo con el vuestro, admirar las vistas, las olas, el horizonte… No le deis el gusto a ana de amargaros un verano más.


Prometo escribir pronto :)

lunes, 1 de agosto de 2016

Cierra los ojos

https://youtu.be/3sccUuDWW3E

¡Nuevo mes, nuevas aventuras!

Siento haber estado tan desaparecida. Prometo que este mes, por fin, habrá nuevos posts. De momento, os dejo un avance. Una canción que agradecer a Melendi por retratar tan fielmente a ana en las vidas de quienes padecen esta enfermedad.

"Sal ya de mí. Que todo vuelva a ser igual que antes de ti".

¡Mucho ánimo que ya sabemos que el verano es una época difícil para nosotros y fácil para ana!

Hasta muy muy pronto :)