jueves, 24 de diciembre de 2015

FELIZ NAVIDAD PARA MÍ Y TRISTE NAVIDAD, POR FIN, PARA ANA

Como poca gente tendrá tiempo de leer en el día de hoy, seré breve.

Por favor, mi deseo de esta Navidad es que todas las personas que sufran o hayan sufrido por culpa de la anorexia o de algún otro TCA, le den hoy una fuerte patada y se olviden de su martirio para pasar una feliz Navidad junto a la gente que quieren.

Hoy ana estará acechando, al fin y al cabo, tanta comida es una pasada para cualquiera, así que más para nosotras. Pero, ¿qué más da lo que comamos hoy? Cuando recuerdes esta Navidad el resto de tu vida, la recordarás como la Navidad en la que te enfrentaste a tu peor pesadilla y por fin la venciste. No recordarás ni el menú que preparó tu madre, tu abuela, tu tío... con tanto amor, ni las calorías que ingeriste, ni lo mucho que al irte a dormir pensaste que habías engordado; sino que recordarás las risas, los abrazos, el calor del hogar y la felicidad de reuniros todos una vez más. 

¿¿De verdad vas a permitir que ana te arruine también esta Navidad??

Yo sé que no lo consentirás, confió en ti.

¡FELIZ NAVIDAD! ¡Y A COMER TURRÓN Y POLVORONES! 

Y recuerda: si es feliz para ti, es triste para ana. Pero si es feliz para ana, será triste para ti. No hay una tercera opción. Tú decides.

lunes, 30 de noviembre de 2015

DÍA INTERNACIONAL DE LA LUCHA CONTRA TCA


¿Por qué todo el mundo cambia sus fotos de perfil, su estado del Facebook, comparte artículos y noticias... sobre el Cáncer, el SIDA, la Violencia de Género... y nadie habla de Los Trastornos de la Conducta Alimentaria; de la Anorexia y de la Bulimia? 

Resulta escalofriante pensar que el mayor porcentaje de población española desconoce estos trastornos y que, por añadidura, tienden a criticarlos o tildarlos como llamadas de atención o como signo de extrema superficialidad. 

La cosa cambiaría de forma abismal si todo el mundo supiese datos, poco difundidos, como que en EEUU la anorexia nerviosa supone ya la tercera enfermedad crónica mas frecuente entre mujeres adolescentes, que la letalidad de los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) es la más alta entre las detectadas por trastornos psiquiátricos o que en España la totalidad de casos con TCA supone entre un 11 y un 16% de la población.

¿No creéis que una enfermedad que es constantemente alentada por la sociedad debería ser mucho más conocida? ¿No creéis que todas las personas que sufren estos trastornos se sentirían más respaldadas y ayudadas si la gente supiese lo que les pasa realmente? Hoy mismo me ha pasado, y me viene pasando ya desde un largo tiempo atrás, que digo TCA y la gente me dice "¿TCqué? ¿Qué has dicho? ¿Eso qué es?" ¡Qué triste!

¿Por qué no, en vez de permanecer pasivos ante la producción masiva de tallas 32, maniquíes y muñecas irreales que de existir se partirían las piernas como consecuencia de su inconcebible delgadez, anuncios que nos venden la felicidad y la más absoluta belleza en frascos y fórmulas químicas inasequibles para la mayoría de los bolsillos... nos negamos a convivir con un modelo de sociedad masoquista y moralmente autodestructivo?

En fin, quizás es mucho pedir...

Para empezar, me conformaría con hacer llegar las siguientes afirmaciones al mayor número de personas posibles:


  • La anorexia es una enfermedad o trastorno psicológico o mental. Estos dos últimos adjetivos no significan "inventado/a", significan que el daño, en un primer momento, está en el cerebro. 

  • Que sea mental no significa que no duela. El mayor sufrimiento para estas personas es no poder expresar todo lo que sufren al no poder achacarlo a un dolor físico, visible. Pero creo que todas las personas que padecen o han padecido este tipo de trastornos estarán de acuerdo conmigo en que más de una vez han deseado que su dolor fuese físico y poder decir "me duele aquí, ¿lo ves?" y no estar, literalmente, desgarrándose por dentro a consecuencia de un dolor insufrible que nadie ve, que pocos imaginan y que muy pocos sienten.

  • Cuando una persona con anorexia dice: "no puedo comer", es verdad. Algo se lo impide, le arde cada bocado que pasa por su esófago y cada menuda pieza de alimento al que ha de enfrentarse le produce un sufrimiento psíquico equiparable a cualquier tortura física.

  • Los TCA no tienen una única causa (una ruptura, que tus padres se divorcien, una mudanza...), no surgen de un día para otro. Una persona no deja de comer porque un compañero le diga "gordo". Es algo que se gesta lentamente, una suma de múltiples factores. Aunque si bien es verdad, lo que la gente toma como causa suele ser el desencadenante, de forma más coloquial, "la gota que colma el vaso".

  • Esto no es un juego ni una llamada de atención, Y estoy harta de escuchar una y otra vez que esto se arregla "con un par de bofetadas"... También es odioso que la gente te pregunte incrédula: "¿pero entonces tú qué ves cuando miras al espejo? ¿y entonces a mí cómo me ves; obesa no? ¿De verdad no te gusta comer? Eso es imposible. A todo el mundo le gusta comer. Etc."

  • Es una enfermedad, como otra cualquiera. Bueno, como otra cualquiera no, es muy grave. Es letal. Pero al decir como otra cualquiera quería decir que toda enfermedad puede llevar a la muerte. Y, en este caso, hay una alto índice de mortandad. Una de mis compañeras murió tras mucha lucha por curarse y es algo que jamás se olvida.

  • Por último, si ignoras las causas, síntomas y consecuencias de esta enfermedad, por favor, no opines. Puedes causar muchísimo daño.


A veces me desanimo. A veces no tengo ganas ni fuerzas para escribir el blog. Pienso que malgasto palabras y que son pocas personas las que las leen. Que yo sola no puedo concienciar lo suficiente. Que debemos luchar todos juntos. ¡Abre los ojos! Seguramente tengas un caso cercano, más de lo que crees, aunque tú no lo veas o no lo quieras ver (mucha gente prefiere ignorarlo o, más bien, negarlo como tal). Y si no es así, no tardarás mucho en tenerlo, porque cada día, por culpa de esta horrible y descorazonada sociedad en la que vivimos, hay más víctimas, más esclavas de ana y mía. 

¿Quieres ayudar? POR FAVOR DIFUNDE, CONCIENCIA, FORMA PARTE EN EL CIERRE DE TODAS LAS PÁGINAS Y WEBS PROANA Y PROMÍA. Yo he creado esta base de recogida de firmas, pero hay muchas más. En especial, la campaña #nosoisprincesas



viernes, 13 de noviembre de 2015

Las chicas que padecen Anorexia NO ESTÁN LOCAS


Quiero compratir con vosotros una reflexión muy interesante que he encontrado en otro blog: http://www.luciaetxebarria.es/blog/

La parte en la que deseo que centréis vuestra atención para comprender mejor este tipo de enfermedad es la siguiente:

"Acababa de leer estos libros cuando me llamó una amiga desesperada por los problemas que tenia su hija de quince años. Esta chica, al igual que todas las chicas descritas en los dos libros, es muy inteligente y había sido hasta hace poco una niña encantadora, cariñosa y fácil. Siempre son las más inteligentes y las más deseosas de agradar las que acababan atrapadas en la hiperexigencia social: hay que ser delgada, guapa, fashion, estilosa, marquista. Hay que volver locos a los hombres pero hay que ser a la vez independiente y centrada en una misma. Hay que vestir como una adulta pero por otra parte en casa hay que seguir las normas que imponen los padres. Se supone que no hay que consumir alcohol y drogas, pero todos los modelos cool que se supone que hay que seguir (los grupos de moda, los chicos de las series de televisión que siguen una estética indumentaria asociada a ciertas subculturas urbanas como el rap, el reggae o el simple y puro canismo poligonero) de una manera más o menos sutil se asocian con ese consumo. Hay que ser uno mismo en una sociedad uniformada y aplanadora del criterio individual: se te pide que seas siempre tú misma, pero no se te ocurra vestir a tu gusto y manera, sigue la moda.
Los trastornos alimentarios son la enfermedad del siglo XX porque al vivir en una sociedad que acentúa los logros externos, el exitismo, el consumismo, el individualismo, la satisfacción inmediata de los impulsos, y en la que delgadez se asocia a éxito, las chicas con anorexia no hacen sino intentar adaptarse a lo que se espera de ellas y al contrario de lo que podría parecer no están locas sino, en cierto paradójico sentido, demasiado cuerdas".

¿Por qué comparto esto? Os preguntaréis. Pues porque, por desgracia, he pasado años insufribles en los que me planteaba si mi enfermedad tendría algo que ver con la locura. A pesar de que, efectivamente, no me sentía así sino frustrada. Y el encontrar un artículo en el que se dice que las personas que padecen de esta enfermedad no están locas sino, por el contrario, demasiado cuerdas, me ha parecido una forma maravillosa de explicar la causa de este tipo de trastornos. Efectivamente, estamos en mi opinión, demasiado cuerdas. Tan cuerdas que nos traumatiza ver la manera en que este mundo avanza, que nos hiere los rumbos que sigue nuestra sociedad, que nos parece vivir en un mundo de locos en el que parece que solo se valora lo superficial y que, sino eres guapa, delgada y escultural no vas a lograr llegar a ningún sitio. Tan cuerdas que, por no sentirnos excesivamente fuera de esta nuestra sociedad, terminamos dejando que nos afecte. Por eso de "si no puedes luchar, únete a ellos" y que quizás con mis veintiún años actuales vea estúpido y deprimente, pero que a los catorce, siendo una niña inocente entrando en una de las etapas más traumáticas de nuestra vida (la adolescencia) me pareció la única opción para integrarme en un mundo del cual yo no formaba parte (no tomaba parte de asuntos y problemas acordes a esa etapa evolutiva sino que mi cabeza pensaba en otras cosas dotadas de mucha más trascendecia de la que exige llorar porque no sé qué ponerme para una fiesta este sábado o porque mis padres se van a enterar de que fumo). Porque, al fin y al cabo, nadie me quita, como dice mi madre, mis "crisis existenciales" o "angustia vital" que me hace buscarle un sentido a todo lo que hacemos en esta vida, aunque sea pasar una tarde de domingo tirada en el sofá viendo una, dos, tres y hasta cuatro películas. Y es ahí donde, cansada de una mente que hecha humo de tanto pensar y dar vueltas a las cosas, una mente que me dice que en esta vida y con esta edad (ahora hablo de la edad a la que empezó todo) todo se escapa de nuestro control, y frustrada por no poder tener nada al cien por cien bajo control, decido controlar mi propio cuerpo, mi comida, mi peso.

¿Conclusión? Los TCA están catalogados como enfermedades mentales porque implican una obsesión extrema por el cuerpo, la comida, el peso... que termina por tomar el mando de tu vida y te lleva hasta la muerte. Como toda obsesión, procede de la mente. Pero esto no implica que las demás áreas neurológicas estén afectadas, al contrario de lo que puede pasar con otro tipo de trastornos como la esquizofrenia. Por lo tanto, las chicas que sufren este tipo de enfermedades son tanto o más normales que cualquier otra persona (aquí entra el concepto que cada uno tenga de lo que es o no normal). Lo único que las diferencia es su preocupante relación con la comida y, como pasa con cualquier ser humano, su personalidad (inteligencia, sensibilidad...)

¿Dudas?

martes, 10 de noviembre de 2015

"ES UN ESPEJISMO TAN SOLO EL QUE TE HARÁ DAÑO"


Quiero compartir con todos una canción increíble que describe de una manera muy realista y cercana a la enfermedad, lo que pasa una persona al padecer anorexia. 

Yo no soy mucho de escuchar rap, así que no sé si este es un buen rap o no. Yo solo sé que a día de hoy (y lo habré escuchado una media de 800 veces a lo largo de estos siete años) sigue poniéndome los pelos de punta y sigo pensado CÓMO ALGUIEN QUE NO HA SUFRIDO ESTO PUEDE TRANSMITIR TAN BIEN EL MARTIRIO QUE SUPONE. Su autor es Porta y, la verdad esta canción es todo lo que sé de él porque, como ya he dicho, yo no soy mucho de rap...

Quiero dejaros escritas algunas frases de este rap y poder comentároslas.

"Mírame, bueno mira da igual tu no lo entiendes" (la impotencia que se siente al estar mirando el mismo espejo que otra persona y tú estás viendo una cosa y la otra persona parece ser que no lo ve, que ve todo lo contrario).

"La solución no es encerrarse en el baño" "meterse los dedos en la garganta no sirve de ayuda" (vomitar y encerrarse a llorar en los lavabos no soluciona nada, créeme, solo te metes en un círculo que acaba contigo si alguien no te detiene).

"Tu enemigo son las personas no el espejo" "si te hacen daño los demás ¿por qué tú también te lo haces? Es darle la razón a los mas tontos de la clase" (pagas el daño que te han hecho los demás: bullying, acoso... odiándote a ti misa. ¡Les estás dando la razón!)

"La gente te observa por la calle y eso te molesta" (todos giran la cabeza para mirarte y comentar y tú piensas que es porque estás gorda o fea, pero lo que les horroriza es ver a un esqueleto andando).

"Sientes vergüenza y al probarte vestidos te rallas, ¡HARTA! de tener que pedir otra talla" (¿Qué voy a decir que no haya dicho en post anteriores? La eterna lucha con la industria de la moda y sus ridículas y discordantes tallas).

"En la playa no expones tu cuerpo por que te deprimes" (Qué mala época el verano, qué angustia ponerse en bikini...)

"Quieres perder peso a cualquier precio. Se oyen las arcadas por el hueco de la puerta si están en silencio" (No piensas parar hasta lograr perder mucho peso. Y ni aún entonces pararás...)

"Tu madre se preocupa y a ti te da igual. Sientes que va en decadencia tu paciencia para adelgazar" (te da pena ver sufrir a los que más quieres, pero ana tiene todo el control en tu cabeza y está dispuesta a arrasar con todo con tal de logar su objetivo)

"Ves en la revistas los cuerpos que quieres y te atrapan" (Dichosas revistas, dichoso Photoshop...)

"Pero no eres tú, es solo lo que quieres ser para que los demás muestren un poco más de interés en ti" (He aquí la clave de todo. Dejas de ser tú misma para siempre... Dejas que ana tome las riendas)

"Pero es que la sociedad es así, es triste"

"No confíes en tu reflejo ni en lo que viste" (la maldita distorsión...)

"Acomplejada, lo veo en tu mirada" (con esta enfermedad demuestras a todos que no te valoras nada, que te odias a ti misma).

"Dentro de ese cuerpo se esconde un corazón frágil" (SIEMPRE ES ASÍ)

"Sé que es fácil de decir para el que no lo sufre y el que no lo siente, pero el ojo crea un espejismo que te miente". (La frase que más escuchas en el proceso de esta enfermedad)

"Aunque no te satisface que te digan que como persona eres mejor" (Lo que más importa y a ti te da igual):

"Te valoras poco y tu autoestima roza el suelo. La moda es el señuelo y tú el pez que muerde el anzuelo"

"Tienes un apodo que no nombran cuando estas presente" (Cierto y deprimente hasta el extremo).

"Los días de llanto tu diario lo relatan de una forma más cercana de la que pueda entender cualquiera de nosotros al ver lágrimas caer" (Con mis diarios de estos años podría escribir una auténtica novela de terror. Terror de verdad, no ciencia-ficción. Tienen las lágrimas secas sobre las hojas y la tinta corrida).

"Te obsesionas con tu físico y te pesas cada día. Cada hora notas sientes poca evolución" (Como tengas una báscula en casa puedes llegar a pesarte incontables veces al día deseando pesar cada vez menos y menos y menos y martirizándote si subes un solo gramo. Ana llega a ocupar el 100% de tu cabeza).

"Tu amiga llora por que no se puede creer tu situación". (Pido perdón a todos aquellos que he hecho llorar tanto con mi situación. Recuerdo todas y cada una de vuestras lágrimas de impotencia y desesperación):

"Siempre has sido totalmente dependiente del pensamiento que tienen los demás hacia ella" (SIEMPRE).

"CADA DE DÍA QUE PASA SE TE VE MÁS DELGADA 
Y TÚ SIGUES VIÉNDOTE IGUAL AUNQUE ESTÁS MÁS DESMEJORADA. 
TU AMIGA TE ACONSEJABA Y NO LA QUISISTE ESCUCHAR. 
PIDES POCA COMIDA Y DEJAS MÁS DE LA MITAD.
PESAS CUARENTA KILOS Y TE SIGUES VIENDO GORDA, (Estás tan obnubilada que ni crees en datos objetivos...)
PERO NO ES EL ESPEJO ES TU MENTE QUE DEFORMA, 
LA QUE LE DA FORMA A ESA FALSA IMAGEN QUE VES.
ESPEJISMOS ES LO QUE TU MENTE SE QUIERE CREER. 
QUIÉN DECIDE Y QUIÉN LE DA SIGNIFICADO A LO PERFECTO,
SI SER SUPERFICIAL PARA MI ES SOLO OTRO DEFECTO 
DEL IMPERFECTO SER HUMANO 
LA MÁQUINA QUE DESTRUIRÁ ESTE MUNDO CON SUS PROPIAS MANOS". (Lo siento, la última estrofa la he puesto entera porque creo que es la que más me hace llorar. Es tan real que sobra toda aclaración o explicación).

Podéis pensar que es una canción deprimente, pero creo que si la escucháis bien quizás podáis entender un poco mejor todo esto. 

UNA CANCIÓN VALE MÁS QUE MIL PALABRAS

lunes, 26 de octubre de 2015

Querida ana, me has dado una misión

Querida ana:

Contra todo pronóstico, y para hacerte rabiar, porque sé que esto te va a j___, hoy tengo que darte las gracias. No, no te equivoques, te sigo odiando y sigo creyendo firmemente que debes ser erradicada cuanto antes de este mundo, que eres una vil ladrona de almas y una asquerosa cliente habitual del cementerio de la juventud perdida. No obstante, hoy te digo gracias. Gracias porque tanto sufrimiento me ha convertido en la persona que soy hoy en día, una mujer valiente y luchadora. Gracias porque ahora sé que lo que un día creí el fin del mundo no era más que el comienzo. Pero, sobre todo, gracias porque mi enfermedad ha sido un camino hacia gente nueva y maravillosa a la que he podido ayudar contando mi experiencia y la cual me ha enriquecido con sus propios testimonios y manera de ver el mundo, la sociedad corrupta en la que vivimos. Gracias porque, tras mucha resistencia a no querer aceptarlo, he descubierto que todas las personas que pasan por esta enfermedad son especiales y eso implica, por un lado, una extrema sensibilidad hacia todo aquello que entra en contacto con sus sentidos y, por otro lado, que las personas a las que abran su corazón, a las que consideren amigas o, simplemente, con las que quieran entablar conversación sean, de algún modo, especiales también. Únicas e increíbles. Estoy muy contenta de poder elegir a mis amigos y gente de confianza y de que ellos, a su vez, también me elijan a mí. Creo que todos tenemos la misión de pasar por esta vida dejando huella, marcando vidas; y me da igual la cantidad, porque lo que importa es la implicación con cada una de ellas. Cuando alguien acude a mí diciéndome que le he hecho pensar, que le he llegado al corazón contando mi historia, que le he hecho cambiar su manera de ver ciertas cosas, que ha descubierto lo poco concienciada que está la sociedad con este problema, que mis palabras le han hecho reflexionar  y querer hacer un cambio en su vida o, simplemente, decirme que ha leído mis escritos; eso me hace sentir plena, me hace ir llenando mi pequeño botecito transparente que da sentido al sufrimiento pasado. 

A parte de esta misión, que creo que es extensible a todas y cada una de las personas de este mundo, creo que cada uno tenemos otra misión personal, particular, en esta vida. Y no tiene por qué ser algo grandioso que salga en las noticias ni en los periódicos, simplemente algo que te motive a levantarte cada día de la cama y a caminar con una sonrisa en la cara porque sientes que estás haciendo lo que tienes que hacer y que estás, exactamente, donde debes estar. Y desde hace tiempo una imagen, un deseo, un anhelo invade mis sueños, mis pensamientos. Primero, recuerdo a aquella niña tirada en una fría cama de hospital, a la que cada mañana rodeaban un grupo de psicólogas. Recuerdo que esa niña deseaba con todas sus fuerzas que alguna de esas psicólogas se sentase en el borde de su cama y le dijese: “tranquila, yo he pasado por lo mismo que tú, sé lo que estás pasando, sé cómo te sientes cuando crees que nadie te comprende y que estás causando un montón de daño por algo que no puedes controlar, por algo que te controla y no te deja respirar en paz”, que le contase su historia, que antes de preguntarle a esa niña cómo se siente le contase primero qué sentía ella cuando estaba en su situación. Y, que, finalmente, le dijese: “pero tú puedes salir de esto, tú eres fuerte y valiente y lo vas a conseguir igual que yo lo he conseguido. Estoy segura. Confío en ti. Es un proceso muy largo, pero se sale. Aquí tienes la prueba”. Sueño ahora en convertirme en esa psicóloga o psiquiatra que se sienta en esa cama y, con solo una mirada, hace saber a esa niña que la comprende. Y sé que no soy la única que anhelaba que cualquier día viniese a verla una psicóloga o psiquiatra así, porque era algo que todas hablábamos estando allí y, que a día de hoy, sigo hablando con la única amiga que guardo de ese lugar, de ese entonces. Quizás penséis que esto no es importante, pero sí lo es, porque os prometo que esta es una enfermedad que solo comprende bien quien la ha pasado. Prueba de ello es que he tenido y tengo muchos seres queridos que me dan su apoyo y hacen esfuerzos incalculables por comprenderme y, a día de hoy, la que más se ha acercado a ello ha sido mi madre, pero porque se ha molestado desde el minuto cero en que caí en enferma en leer testimonios, acudir a charlas y conferencias, leer libros, etc, etc.

Le doy gracias a una increíble persona que hoy me ha hecho reflexionar acerca de todo esto, tener ganas de escribir en el blog y, sobre todo, querer luchar por mis sueños, por querer cumplir pronto la que creo será mi misión.

¿Conclusión? Sí, creo que quiero estudiar medicina. Pero sin ti, ana, nunca lo habría sentido. 

Hasta nunca.

P.D.: Espero poder informaros pronto de mis progresos. De momento a darlo todo, como hasta ahora. 

miércoles, 14 de octubre de 2015

¿Luchadora y feliz o perdedora y excesivamente delgada?

A veces pienso que nunca me voy a curar del todo. Y entonces me digo a mí misma: "pues tú verás sí prefieres no tener vida pero que la gente te recuerde por estar delgada (qué triste...) o ser feliz y que la gente te recuerde por tu sonrisa y tu fuerza". 

lunes, 12 de octubre de 2015

Vuelvo pisando fuerte, dándole una patada al otoño

Llevo un mes sin escribir en el blog y algunos ya me estáis pidiendo que lo haga. Me decís que esperáis que, si no escribo, sea porque me va todo tan bien que no tengo ni tiempo para ello. Vale, tenéis razón, todo va cada vez mejor, pero también os debo una pequeña explicación.

Mi principal motivo para no escribir, es un motivo muy extendido por la población, se llama MIEDO. "¿A qué?", os estaréis preguntando. Pues bien, si habéis leído mi carta, veréis que hace exactamente un año tuve una recaída muy fuerte. Y, además, que mis ingresos y recaídas siempre han sido con "la vuelta al cole" o "el fin de las vacaciones", como prefiráis llamarlo. Supongo que, si no he escrito, ha sido por el riego a estar tan en contacto con la enfermedad y recordando mi pasado, por el riego a que eso me hiciese caer de nuevo, por el terror que causaba en mí que algo me desequilibrase y todo por lo que he luchado se desmoronase en milésimas de segundos. 

Pasado más de un mes de la vuelta de vacaciones, puedo decir orgullosa que estoy mejor que nunca, que me siento feliz, que nunca he tenido a ana tan controlada como hasta ahora y que, después de siete años de infierno, aún no me creo que esto esté siendo así. 

La semana pasada fue mi cumpleaños: 21. Desde el día que cumplí 15, cada cumpleaños ha terminado con una turbia lágrima en cada ojo al soplar las velas. Me negaba a asumir que ana seguía siendo la dueña de mis actos y yo su triste esclava. Pero este año mi regalo era comprobar que ana navegaba en un barco a la deriva y yo, desde la orilla, le decía adiós. 
Hoy mismo he encontrado una frase que quiero compartir con vosotros. Dice así: "aprendió tanto de sus errores que cuando tropezaba, en lugar de caer, volaba". Por favor, volar conmigo, dejar al bicho consumirse en su propia idolatría. Os prometo que la felicidad vendrá cuando esto haya pasado. Lo sé. 

¡Ah! Una última cosa. El peso. Ya os he hablado alguna vez de este martirio al que tanto apego llegamos a coger cuando lo único que nos dice es la fuerza que la gravedad ejerce sobre nuestro cuerpo. Quería deciros que desde que volví de vacaciones, no he querido pesarme. Que cada vez que voy a la psicóloga le pido que no me pese. No quiero saber mi peso porque me da igual lo que pese, porque la ropa me está bien y porque estoy a gusto y no quiero que un estúpido número me haga dudar de mi valía y cuestione mi felicidad. La gente me ve bien y me ve feliz y así me hacen sentir. No necesito nada más.

El otoño es una época muy propicia para la depresión, pero también es un gran reto para mirar a la vida de frente y demostrarle lo mucho que hemos avanzado y lo fuerte que nos hemos hecho. Qué decís, ¿luchamos? Las hojas se empiezan a caer de los árboles, ¿nos deshacemos de aquellas hojas que nos afean y no nos dejan ver el paisaje con claridad? ¡Yo estoy en ello!

martes, 15 de septiembre de 2015

CARTA A LA ANOREXIA

Querida anorexia o, como acostumbro a llamarte, querido bicho:

Me has robado seis años de mi vida. Robado porque esos años jamás podré volverlos a vivir. Seis años en los que he vivido aislada en un reino de oscuridad y llanto. Seis años esclava de ti. 


He perdido mi adolescencia. He cambiado las copas por batidos de proteínas, los modelitos de las adolescentes por pijamas de hospital, el maquillaje por ojeras, la felicidad por tristeza, las discotecas y planes por talleres de mierda…

Aún recuerdo cada noche cómo empezó todo. Como un juego. O eso me querías hacer creer.
Acababa de cumplir 14 años y mi cuerpo me parecía enorme al lado de todas mis compañeras. La gente me decía que es que yo me había desarrollado antes, me había convertido en mujer: caderas, muslos, pecho... mientras que ellas conservaban aún su cuerpo de niñas: piernas infinitas como palos, planas, cuerpo recto sin curvas... Pero lo que la gente me decía me daba igual, yo me veía GORDA. Así que empecé a tirar la comida, a no comer si nadie me vigilaba... Y llegó el día en que me encerré en el cuarto de baño y pensé: "¿y si vomito? Solo quiero probar y perder así un poco de peso, PODRÉ PARAR CUANDO QUIERA". Ingenua de mí, ese día firmé contigo mi sentencia de muerte, pero yo, claro está, ni me lo podía imaginar.

Llegó el verano y subí a la sierra a pasar quince días de julio con mi cuñada y mi hermano. Para entonces, vomitar era mi droga y no entendía qué me pasaba, pero me encontraba fatal y solo quería llorar, estaba asustada. Así que decidí contárselo a mi cuñada, que era como la hermana que nunca había tenido (ya que todos mis hermanos son chicos) y le hice prometer que jamás diría nada a nadie. Ella lloró mucho, pero me lo prometió, y también me dijo que ella sería mi apoyo y en nada todo esto habría sido una pesadilla. Pero llegó un día en que mi cuerpo decidió emitir su primer signo de alerta. Íbamos paseando en bici por el pueblo y yo iba por delante diciendo "¡mira, voy de pie!" Lo siguiente que recuero es estar en el suelo y empezar a llorar de dolor. Me había desmayado. Mi cuñada me dijo que me caí a plomo en el asfalto, mis piernas rebotaron varias veces contra el duro suelo antes de quedar inmóviles. Tenía el brazo roto y un montón de heridas por todo el cuerpo: cadera, mano, codo, barbilla... El impacto fue lo que me despertó. Todo me daba vueltas y era incapaz de ponerme de pie. Un señor que pasaba por allí en coche, se ofreció a acercarme al centro de salud. Me montaron en el coche y esperé en la puerta del centro a que llegase mi cuñada andando con las dos bicis. Cuando llegó y salió el médico volví a perder el conocimiento. Me desperté en una camilla con un médico dándome tortas en la cara para que recuperase el conocimiento y ella con los ojos cargados de lágrimas, agarrada a mis tobillos con fuerza. Cuando volví en mí, estuve un rato en la camilla mientras me hacían preguntas y me tomaban la tensión, me analizaban la glucosa y me median la frecuencia de mis latidos.

Nos mandaron al Hospital Puerta de Hierro para que me hiciesen una radiografía en el brazo y me viese un médico especialista. 

Para entonces, mi hermano y su mujer ya habían llamado a mi madre, tranquilizándola con que había solo había sido un rasguño y que me encontraba perfectamente. 

Nunca olvidaré a aquel médico tocándome el hueso de la cadera y preguntándome: "¿qué es esto?" A lo que yo respondí plenamente convencida: "¡un michelín!"

Mi cuñada cumplió su promesa y, a pesar de las preguntas del médico acerca de mi alimentación, no dijo nada.

Por supuesto, "YO SOLO ESTABA ADELGAZADO, NO TENÍA NINGUNA ENFERMEDAD". 

Mi cuñada se marchó a veranear a Sevilla y yo necesitaba hablar con ella a todas horas. Por entonces no existía el WhatsApp, nos escribíamos por SMS. 

Entonces, un día de julio, a las tres de la mañana, mi madre entró en mi habitación mientras yo dormía y me puso el móvil delante de la cara, empezando a gritar que qué demonios era eso (todos aquellos mensajes con mi cuñada en los que hablaba de mi cuerpo y de comida). Perdí los nervios. Había descubierto mi secreto. Al día siguiente me llevó al pediatra de la familia, quién me habló de anorexia y recomendó una psicóloga a mi madre.

Mis padres ya sabían lo que hacía, ahora ya no había secretos, así que podía optar por no comer directamente, no tenía que ocultarme más. 

Llegó el verano y nos fuimos a Galicia como cada mes de agosto. Hice mucho deporte y apenas comí nada. Mi madre lloraba pero yo "era feliz", aunque claro está, seguía viéndome como una foca.

Al volver de Galicia, había perdido mucho peso. Empecé a entrar en contacto con términos como IMC y que, hoy en día, forman parte de mi diccionario personal de la vida diaria. Memoricé ese 2,8224 que es mi altura al cuadrado, de modo que cuando alguien decía cuál era mi IMC yo solo tenía que multiplicar aquel número por mi IMC para saber mi peso. Calculadora de pesos y calculadora de calorías, en eso me habías convertido. Hiciste que pareciese buena en matemáticas cuando siempre las había aborrecido.

Empezó el colegio. Mi madre me había cortado el pelo modo chico porque se me caía y, según ella, me hacía una melena fea y descuidada. He de decir aquí que el pelo tardó más de un año en empezar a crecer. En el colegio todo el mundo, profesores y alumnos, murmuraba y me miraba con caras incrédulas. Mi nueva tutora me vigilaba en la hora del patio, asegurándose de que tomase mi media mañana (barritas hipercalóricas marca Meritene), y tenía que ir al baño acompañada de una amiga o compañera.

Tenía una compañera que, por constitución, era extremadamente delgada. Me comparaba con ella a todas horas. Mi madre, preocupada, se lo comentó a mi tutora, la cual le dijo que yo estaba bastante más delgada que aquella chica. Al día siguiente, cuando vi a mi tutora, me enfadé mucho con ella y le dije que por qué había mentido a mi madre, a lo que ella me respondió que no había mentido, que sólo había dicho la verdad, que yo era la más delgada de la clase. Aun así, a esas alturas yo ya tenía mi propia teoría: "la gente me dice que estoy delgada, pero es mentira, solo lo dicen para hacerme sentir bien", que pronto evolucionó a: “la gente me dice que estoy delgada para que coma bien y deje de vomitar y hacer deporte, pero en realidad no lo estoy”.

Mis padres me llevaron a una psiquiatra privada. Habló conmigo, con ellos, me pesó e hizo un informe de ingreso acompañado de estas palabras: "esta niña está muy mal, la va a pasar algo en cualquier momento. Cuando le pase, llevarla al Hospital del Niño Jesús y entregar este informe de ingreso”. Todo esto lo recuerdo muy bien. Recuerdo sus palabras exactas porque, efectivamente, al día siguiente al levantarme para ir al colegio me desmayé y mi madre me encontró inconsciente en el pasillo. Cuando abrí los ojos me tenía sujeta entre sus brazos, llorando y gritando mi nombre. 

Llegamos al hospital, me explicaron que mi corazón latía muy lento y se podría llegar a parar, y me dijeron que me tenían que ingresar en la Unidad de Trastornos de la Alimentación. Yo estaba cansada de chillarle a todo el mundo que YO NO ESTABA ENFERMA, NI TENÍA ANOREXIA NI NADA POR EL ESTILO, pero he de reconocer que ese día me asusté y empecé a llorar, a decir que de verdad iba a hacer las cosas bien, pero que no me ingresasen. Como mi madre tampoco quería un ingreso, me dirigieron un ingreso domiciliario, que era como estar ingresada pero en casa. Nada de colegio ni de salir a la calle, pasaba el día tumbada y comiendo con una dieta marcada por el hospital, tan sólo podía levantarme para ir al baño.

Cuando recuperé peso y llegué a mi IMC mínimo saludable, empecé a ir algunas horas al colegio y a un grupo de terapia los miércoles junto a otras niñas que "estaban en mi misma situación".

Escribía un diario ese curso, un diario en el que las frases más repetidas, en letras mayúsculas y bien grandes eran: "ME ESTÁN PONIENDO COMO UNA FOCA", “¿NO QUERÉIS QUE SEA FELIZ? ENTONCES, ¿POR QUÉ NO ME DEJÁIS ADELGAZAR TRANQUILA?”, " YO SÓLO QUIERO SER FELIZ Y NO SERÉ FELIZ MIENTRAS NO ESTÉ DELGADA", "QUIERO QUE TODO EL MUNDO ME DEJE EN PAZ"... 

Llegó un día en el que me enteré de mi peso y perdí el juicio, me puse a llorar y a chillar que me habían dejado estar gorda y cosas por el estilo. Al día siguiente recibimos una llamada del hospital en la que nos avisaban de que aquel mismo lunes tenía que ir a Hospital de Día.

En Hospital de Día me negué a hacer las cosas bien. Cuando se hartaron de mí, me intentaron poner la sonda, pero cuando estaban a punto de hacerlo, llegó mi psicóloga y se lo prohibió. El caso es que escuché a una niña decir que si te hacías daño te echaban para que las demás niñas no lo viesen. La creí, así que al llegar a casa cogí un cúter y empecé a descargar mi ira, enfado y demás sentimientos sobre mi pálido brazo. Me echaron de Hospital de Día y, a cambio, tengo una horrible cicatriz en mi brazo izquierdo para toda la vida. 

El psiquiatra se enfadó mucho. No sabían qué hacer conmigo. Yo estaba feliz porque me había salido con la mía y ahora no tenía que ir a Hospital de Día. El médico le dijo a mi madre que tenían que ingresarme, pero mi madre suplicó que no lo hicieran. 

Las cosas que tienen que pasar al final siempre pasan, por lo que el ingreso llegó al comienzo del curso siguiente, en primero de Bachillerato. 

Siempre que empezaba el curso recaía. Desayunaba y después me iba corriendo al colegio a vomitar. Comía y después me iba corriendo a la biblioteca a vomitar. Tiraba la merienda. Y ponía pegas para la cena. Como es de esperar, perdí mucho peso, así que esta vez el ingreso fue inminente.

Aún recuerdo cuando le rebatía a la psicóloga: "a mí nunca me van a ingresar, yo no estoy enferma, eso a mí no me va a pasar. No estoy delgada, ahí solo ingresan a chicas muy delgadas, no a chicas como yo".

Ingresé durante mes y medio en la Sala Santiago, la sala de TCA, en El Niño Jesús. 

Toda las que allí estábamos lo llamábamos infierno: tiempos para comer, rebañar la última gota, beberse el aliño de la ensalada, comerse la piel del pollo, baños y ventanas cerradas con llave, dietas de 2500 kcal más batidos hipercalóricas lo que hacían 3500, reposo todo el día en la cama, ganarte privilegios como visitas, talleres, estudio... De verdad, si queréis castigar a alguien, no le deseéis la muerte, desearle un ingreso por TCA. 

No me apetece hablar del ingreso, creo que con eso ya lo he dicho todo. Sólo quiero decir que es allí donde tengo el peor recuerdo de toda mi vida; el día que me pusieron la sonda por negarme a tomarme un flan. Me sujetaron con fuerza a pesar de mi lucha, mis llantos y mis gritos. Mientras el tubo pasaba de mi nariz a mi estómago, un pensamiento me atormentaba: "¡mi voz! ¡Mis cuerdas vocales!" Lo peor es cuando te dicen: "si no te calmas duele más". ¿¡Cómo me voy a calmar?! Una vez me sacaron bruscamente la sonda me mandaron a reposar. Me salía sangre por la nariz y por la boca y no me dejaron entrar al baño a coger un pañuelo. Me tumbé boca abajo en la cama llorando contra la almohada. Tardé horas en calmarme.

Después del primer ingreso pasé dos meses en Hospital de Día. 

Tras la experiencia, ya era consciente de que estaba enferma y decidí curarme, pero al curso siguiente volví a caer en la rutina de los vómitos y las mentiras y volví a ingresar otro mes y medio.

Lo peor de todo es que el tiempo iba a pasando y yo seguía enferma, solo quería llorar, estar sola y desaparecer y mis cumpleaños eran a cada cual más tristes. Soplé las velas de mis 18 con los ojos enlagrimados. NO ERA FELIZ. Tú, anorexia, me habías robado la adolescencia y no podía hacer nada para recuperarla. 

Reuní muchas fuerzas, me apoyé en mis seres queridos y empecé a luchar contra el bicho. Ya era hora de ganarle la batalla.

A pesar de mis ingresos, recaídas, hospital de día, terapias, revisiones... mi nota media de bachillerato fue de 9,2 y mi nota de selectividad un 12,8, con un 10 en lengua y literatura y todo.

Por fin acabé el colegio y con ello me aseguré de no volver a esos lugares que me habían visto enfermar y recaer, ni sufrir diariamente las burlas y rumores de mis compañeros, si se les puede llamar así. Así que empecé la universidad y con ella empezó mi recuperación. 

En junio de 2014 me dieron el alta en El Niño Jesús. Fue el día más feliz de mi vida. Aunque una psiquiatra externa tenía que hacerme un seguimiento mensual para comprobar que todo iba bien y no perdía peso.

Me gustaría decir que ahí acabo todo. Que me curé y que ahora soy feliz. 

Por desgracia, antes de empezar tercero, el bicho comenzó a llamar desesperado a mi puerta. Al principio, como siempre, creí que yo podría con él. Pensé que había cogido demasiado peso (Mi IMC era de 18,5 pero el bicho me susurraba al oído que estaba muy gorda) y que cuando perdiese un poco pararía. Me atrapó. Muy fuerte esta vez. La caída fue más dura que nunca porque creía que me había curado para siempre y no era así.

Como las veces anteriores: mentiras, vómitos en cada esquina, saltarme comidas y, sobre todo, mucha tristeza. Lloraba a todas horas, no me creía lo que estaba pasando. Además, bicho, te habías hecho tan fuerte que no podía luchar contra ti. Una tristeza inexplicable, como si me desgarrasen por dentro. Me retorcía en la cama chillando contra la almohada y ahogada en mi propio llanto. No quería salir de la cama y no quería que nadie me viese en ese estado.

La psiquiatra me pidió que cada día fuese a la farmacia a tomarme la tensión y, sobre todo, a medirme la frecuencia de los latidos.

Como no, llegó el día en que mi cuerpo no aguantó más y me desmayé en medio del campus de la universidad. Una ambulancia me llevó al Hospital Puerta de Hierro, donde me pusieron una vía con suero.

Ante esta situación, la psiquiatra propuso un ingreso inmediato. Me pidió que volviese al Niño Jesús por si fuese posible un ingreso a pesar de tener 19 años. La doctora Faya, que había sido mi psiquiatra todos esos años, nos trató a mi madre y a mí de un modo admirable. El ingreso allí era imposible, pero habló con otro psiquiatra que me citó en La Clínica La Luz esa misma tarde.

Cuando tienes esta edad y tienes este problema no hay sitios que te traten en condiciones. En los hospitales públicos ingresas junto a otros pacientes de psiquiatría, pero no tienen unidad de TCA. Sólo te queda la opción de ITA, en Barcelona, pero allí una vez que ingresas nadie sabe cuándo vas a salir: un mes, cuatro meses, un año, dos años... Cuando era más pequeña siempre me amenazaban con mandarme a ITA. 

El caso es que una vez en la Clínica La Luz nos explicaron que un ingreso de esas características suponía 300€ al día, ya que ninguna aseguradora privada cubría un ingreso por TCA. Me puse muy nerviosa, había destrozado la vida a mis padres ¿y encima les iba a arruinar? Me negué. Entonces me dieron la posibilidad de pasar allí el día y dormir en casa. Empecé a ir allí todos los días: comidas bajo supervisión y reposos. Al poco llego la noticia de que el seguro escolar cubriría un 70%, lo cual me alivió un poco. Me costó abandonar el vómito, pero a día de hoy pienso que basta con meterse un día los dedos para quedar atrapada de nuevo por la enfermedad.  

El proceso es largo y llevo desde octubre en el hospital, aunque ahora ya solo voy a comer al mediodía, no es como antes que pasaba allí la tarde y hasta después del reposo de la cena no volvía a casa. Ahora estamos en mayo y mi evolución ha sido bastante buena. Solo rezo para que esta vez sea la definitiva y pueda empezar a vivir mi propia vida, no la del bicho como hasta ahora. Bueno, para ser sinceros, rezo para empezar a vivir de nuevo, porque LA ANOREXIA ES EXPERIMENTAR LA PROPIA MUERTE EN VIDA.

Sueño con volver a disfrutar de un helado un día caluroso de verano con mis sobrinos, de una merienda explosiva con mis mejores amigas o de una fiesta de cumpleaños, de esas que comes tanto que luego nunca cenas. Porque ya no recuerdo como es, porque la última vez que hice algo así y lo disfruté sin pensar en nada más tenía 13 años.

Si por algún casual os preguntáis por cómo me veo al mirarme en un espejo o por cómo me he visto estos dos años atrás que estaba tan bien, os diré que JAMÁS ME HE VISTO DELGADA, PERO DE ESTO SE NUTRE LA ENFERMEDAD, así que he aprendido a confiar en los que me quieren y a razonar objetivamente, porque con un 18 de IMC y una talla 36 nadie puede estar gordo. Además, ¿y si estuviese gorda? Ahora me cuesta mucho pensarlo y que me de igual porque aún me estoy curando, pero tengo muy claro que mientras me preocupe mi apariencia externa NUNCA SERÉ FELIZ. 

Y para todas esas chicas que al leer esta carta pensáis: “A MÍ TODO ESTO NUNCA ME VA A PASAR, YO NO ESTOY ENFERMA”, os diré una cosa que quiero que recordéis siempre: PASA. Y lo peor es que no solo pasan ingresos, hospitales, terapias, depresiones, desmayos, caídas del cabello… es que ESTA ENFERMEDAD MATA. El corazón es un músculo. Con esta enfermedad pierdes masa muscular y el corazón se resiente como los demás músculos del cuerpo, por eso empieza a latir más lentamente. Pero llega un día en que está tan cansado que SE PARA. Yo estuve a punto de morir, Dios sabe por qué me salvé. Pero una de mis compañeras murió con tan solo dieciocho años. Se acababa de curar, era feliz, pero su corazón había sufrido tanto que ya no pudo resistir más y se paró para siempre.
Por eso, odiado bicho, te digo QUE CONMIGO NO VAS A PODER PORQUE YO QUIERO VIVIR, PORQUE YO QUIERO SER FELIZ, Y NO PARARÉ HASTA HABERTE APLASTADO.
NO SEGUIRÉ SIENDO TU ESCLAVA.
Hasta nunca,

viernes, 11 de septiembre de 2015

Entrevista "Anorexia: un lento e inconsciente suicidio"

Os dejo una entrevista que me hicieron para la revista Misión a raíz de mi "Carta a la anorexia". Intervienen también una doctora especialista del hospital en el que me atendieron durante esos años, así como un psicólogo. En ella, a parte de la experiencia, se encuentran datos de interés como síntomas, señales de alarma, centros a los que podéis acudir, etc.

¡Espero que os guste y que os sea de ayuda!

http://www.revistamision.com/showFile.php?yks=12ec6f1f73f42ee98e75baac13a18dc6ffbfcb80e9f0