No sé cómo escribir este post sin que nadie se lo tome de
manera muy personal. El caso es que llevo unos meses en bipolar sintonía con la
vida. Por un lado, le estoy agradecida y le agradezco todo lo que me ha dado.
Por otro lado, le tengo cierta aversión, cierta manía, por la forma extraña en
que se comporta conmigo. No sé cómo explicarme. En un corto intervalo de tiempo
he podido sentir a todas esas personas que me quieren, que solo desean mi
felicidad, y hemos estrechado nuestros lazos de una manera increíble. He tenido
la oportunidad de valorar la inmensa suerte de tenerlas en mi vida. Y también
he podido darme cuenta de la escasa gente de más que necesito en mi vida si
estas personas permanecen a mi lado. No las voy a nombrar aquí, ellas saben muy
bien quiénes son.
Por el contrario, he vivido varios episodios amargos en los
que me he sentido tremendamente incomprendida y rechazada. Gente para la que,
no importa todo lo que haya luchado, solo ven mi parte enferma. Gente a la que
he deseado querer, pero que no ha querido quererme. Opino que, cuando quieres a
una persona, lejos de alejarte de ella y evitar así tu propio sufrimiento,
haces todo lo posible por permanecer a su lado y verla feliz, sonsacarle una
sonrisa, un sí rotundo a la vida. Al fin y al cabo, si ya quieres a alguien, lo
que le pase a esa persona te va afectar indudablemente, da igual la distancia o
barrera física que pongas de por medio. No obstante, si alguien es capaz de
dejar que tus palabras caigan en saco roto, si alguien sabe que lo estás pasando
mal por no ser correspondida, y aun así, continua alejándose, entonces esa
persona no te quiere o, al menos, no lo suficiente. Con todo este rollo lo que
quiero decir es que a veces nos empeñamos en querer a las personas equivocadas.
Gastamos todas nuestras fuerzas y energías en gente que no nos hace bien, en
vez de continuar con nuestra vida y sonreír por aquellos que de verdad están
ahí y quieren vernos bien. Porque se lo merecen. Porque nos lo merecemos. Y
toda esa gente que no te brinde la oportunidad de mostrarte como eres, de
ofrecer todo lo que tienes que ofrecer, no merece la pena. Supongo que uno de
mis defectos es no aceptar que haya gente que no me acepte o que no me quiera,
aunque yo les quiera muchísimo. Porque, al fin y al cabo, como bien suele decir
mi madre, no todos estamos hechos de la misma pasta.
¿Por qué tantos esfuerzos y sufrimiento por querer a gente
en tu vida que, sin embargo, está claro que no te quiere en la suya? He ahí la
gran “antagonía” que me quema por dentro desde que empecé a tener conciencia
del mundo que me rodeaba. ¿Qué valor pueden tener las lágrimas que se derraman
por alguien que ni tan siquiera piensa en ti?
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