jueves, 30 de julio de 2015

OS ESCRIBIRÉ DESDE EL MAR

Quiero compartir con vosotros una reflexión que escribí en mi instagram el verano pasado, cuando estaba cerca de recaer. Verésis que en cuanto esté en la playa escribiré post de mayor profundidad, es el efecto del mar en mi mente :)

En esta ocasión me dirigí a la anorexia como si fuese un chico (él en vez de ella) ya que mucha gente no sabía por aquel entonces de mi enfermedad y tampoco estaba preparada para que lo supiesen.

Decía así:


"No asumo tanto poder. No asumo tanto poder en mi mente que me controle. Que controle cada movimiento de mi cuerpo, hasta cuando sueño. Apoderándose de mí desde hace tanto tiempo que ya no sé vivir sin él. Me obliga a evadirme de la realidad, a explorar mundos inexplorados por mi incesante espíritu inquieto, con la vaga y frágil ilusión de que él no se encuentre allí y me dé un breve respiro. Podría ser un respiro de cuarenta segundos, serían cuarenta segundos de infinita gloria para mi mente, como cuando un niño prueba una chuchería por primera vez en su vida. Cuarenta segundos en los que, por una vez en mucho tiempo, me invadiría la paz, una paz que me dejaría escuchar hasta los latidos más suaves de mi angustiado corazón, el fluir de la sangre por cada una de mis venas, esa sangre que se convierte en tinta, en tinta con la que escribo cada una de estas palabras que me susurra mi ausente musa al oído cuando rara vez se deja ver por aquí. El viento canta una suave melodía que apenas logro alcanzar, pero que me tranquiliza si, a su vez, miro el inmenso mar que me rodea, que me llama a gritos inaudibles para escapar de él. Él, que vive en mí, siendo yo ella. 
Ana"

Esta es mi cabeza cuando ana me invade e intento resistirme... Lo comparto con vosotros para que podáis, aunque sea por unos segundos, sentir lo que mucha gente, a quien atrapa la anorexia, siente.

(Lo escribí con estas vistas, en una roca perdida, lloviendo).

VACACIONES CON CONDICIONES

¡Mañana me voy de vacaciones! ¡Qué ganas! Me encanta el mar, pero me pone muy melancólica. Así que he decidido que me voy con una única condición: 

¡PROHIBIDO DEPRIMIRSE!

Os preguntaréis por qué me deprimo estando de vacaciones. Bueno, no lo sé. Exponerse en bikini, aperitivos, fiestas, relax a tope en la playita... Me terminan estresando, aunque suene raro.

Todas mis recaídas son a la vuelta del verano, por lo que este verano tengo que mantenerme firme y más fuerte que nunca. No pienso regalarle un solo año más de mi vida a ana. Seis años de parón han sido más que suficientes. Además, mientras estás enferma te metes tanto en un mundillo oscuro y propio que olvidas que la vida pasa y tú no formas parte de ella. Así, cuando después de seis años te miras y ves a una chica de veinte años en el espejo, te dices asombrada: "¡pero si ayer mismo tenía catorce años y era una 'mocosilla'!"

Por tanto, os recomiendo que os grabéis estas palabras en vuestras mentes dispersas: "LA VIDA NO PARA, NO ESPERA, NO AVISA".


lunes, 27 de julio de 2015

AYUDARME A LUCHAR

¡CONTRA ESTO QUIERO LUCHAR! ¡CONTRA TODOS ESOS HORRIBLES BLOGS Y WEBS PROANA Y PROMIA!

¿ME AYUDÁIS?

PASEOS CON ASIGNATURAS PENDIENTES

Tarde corriente de paseos por la calle Princesa... Entrando y saliendo de comercios de moda en los que hago un sobreesfuerzo para no gastarme la paga de la semana en caprichos innecesarios que me hacen creer que si los compro aumentarán mi autoestima. Entonces me paro y reflexiono que me da igual la de ropa y accesorios que pueda guardar en mi armario mientras no me guste yo. NINGUNA PRENDA VA A DARME ESA SEGURIDAD EN MI MISMA QUE TANTO ANSÍO.

Sería hipócrita sino reconociese ante vosotros, mis lectores, que cada uno de esos comercios angostos, heladores debido al fuerte aire acondicionado y agobiantes por el volumen de su música, me sirve para revisar mi silueta de arriba a abajo. Sí, aún no tengo esa asignatura superada. Lo único que puedo hacer es permitir que no me afecte lo que veo y que aun así pueda sonreír y luchar por ser feliz.

El otro día hablaba de los espejos. Para alguien que aún está luchando contra este bicho es casi imposible pasar por alto un escaparte en el que se refleje su imagen o un espejo en el que mirarse. Lo triste de estos actos es que, aunque acabes de mirarte en el espejo de la tienda anterior que pisaste, aun así te vuelves a mirar en el nuevo con la esperanza de ver algo distinto que antes pasaste por alto: unas piernas delgadas, unos brazos delgados, una chica estilizada... NADA, SIEMPRE TE VES IGUAL. Ese día que tanto ansias, con el que sueñas cada noche, aquel en que te mires al espejo y te veas delgada nunca llega. Desesperante y descorazonador aspirar a ello cada día desde que te levantas hasta que te acuestas durante seis largos e infernales años, ¿no? ¿Cuántas veces puedo llegar a examinar mi reflejo a lo largo de un día? Creo que a partir de ahora las contaré y me pondré un límite. Así, si son las seis de la tarde y ya me he mirado diez veces desde el amanecer, no podré volverme a mirar hasta el día siguiente.


Bueno, seguimos examinando la tarde de paseo. Otra asignatura pendiente: DEJAR DE ANALIZAR A LAS CHICAS DELGADAS (a mi parecer) con rayos x. Y es que ya me lo decía hace unos años mi psiquiatra: "las chicas que tenéis anorexia parecéis lesbianas. Os fijáis más las unas en las otras que los chicos en vosotras”. Es verdad, de repente voy paseando y "zas", se cruza en mi camino una pedazo de tía: alta, delgada, con "tipazo"... y la cosa no se queda en fijarme en ella, sino que en cuanto pasa de largo giro automáticamente la cabeza y grabo su figura de la cabeza a los pies en mis retinas. Este acto me sale muchas veces de forma inconsciente... Aun así, estoy luchando por dejarlo de lado. Porque da exactamente igual el cuerpo que tenga esa modelo o esa 'it girl' de instagram. Yo no soy ella, ni ella es yo. Yo jamás podré tener su cuerpo, ni ella el mío. NO EXISTEN DOS CUERPOS IGUALES. Por lo tanto, aspirar a tener el cuerpo de otra sólo te va a conducir a la frustración, a la amargura, a la impotencia, a ser profundamente infeliz y, por supuesto, a no curarte nunca.

domingo, 26 de julio de 2015

LA FACTURA DE LA ANOREXIA

Antes de comenzar con esta nueva entrada, deciros que no pretendo ponerme melodramática pero que, sin embargo, opino que es de suma importancia tanto para las personas que sufren de anorexia o están en proceso de, como para la sociedad en sí. Muchas veces pensamos que la consecuencia de la anorexia es una impactante pérdida de peso que conlleva la fatídica expresión con tono preocupante de "estás en los huesos". Quizás esta sea, para la mayoría, la única consecuencia de la enfermedad. 

Bien, dada la amplia ignorancia acerca de la terrible fuerza de la anorexia, aquí os dejo, explicadas con mis propias palabras y basándome en mi propia experiencia, algunos de los inminentes ataques de esta enfermedad:


  • BRADICARDIA -> del griego "corazón lento", significa que el corazón late a una frecuencia muy lenta, en  muchas ocasiones, por debajo de los sesenta latidos por minuto. Es la principal causa de mortandad por anorexia, el fallo cardíaco. Pero, ¿por qué pasa esto? Trataré de daros la mejor explicación que a lo largo de estos años me han dado al respecto. El corazón es un músculo. Cuando dejas de alimentar al cuerpo, el cuerpo pierde peso, pero no "peso bueno" por decirlo de alguna manera. No tiene grasa que quemar, así que comienza a tirar de la masa muscular, "se alimenta" de nuestros propios músculos (por eso se ven los huesos, porque deja de haber músculos que los recubran y protejan). Llega un día, tarde o temprano, en el que en esa búsqueda de masa muscular de la que alimentarse, el cuerpo ataca al corazón. Para protegernos empezamos a ahorrar energía y, en un intento desesperado por gastar el mínimo de calorías posible y mantenernos vivos, el corazón disminuye el número de contracciones, ya que no tiene suficiente alimento para realizar su ejercicio diario que es bombear la sangre. Imaginaros a un atleta cansado frente a un atleta repleto de energía. ¿Quién correrá más? (Si el cerebro hablase con el corazón, la conversación sería algo parecido a esto: "¿Qué no nos dan filete para comer? Pues te lo robo a ti, que para eso eres un músculo y tienes proteínas").
  • HIPOTERMIA -> La temperatura corporal disminuye. No contamos con calorías suficientes para mantenernos calientes. El cuerpo ahorra calorías, ahorra calor y, como consecuencia, las manos y los pies reciben un flujo de sangre menor y se quedan como témpanos. Además la sensación de frío es mucho mayor. Esto hace que sintamos frío antes que otra personas y necesitemos abrigarnos en exceso. En ocasiones, pueden aparecer sabañones en las manos como consecuencia del frío.
  • CAÍDA DEL CABELLO Y AUMENTO DEL VELLO CORPORAL -> Como no le damos a nuestro cuerpo el número suficiente de nutrientes, el cuerpo tiene que distribuir los pocos nutrientes con los que cuenta. Si establecemos una jerarquía en la distribución de alimento, parece más obvio que los primeros en recibir alimento sean los órganos, los huesos, la sangre, el cerebro... y no el pelo. Por tanto, al no contar el cuero cabelludo con los nutrientes necesarios, el cabello se debilita y comienza a caerse. Por el contrario, aumenta el vello corporal. ¿Por qué? Porque, como hemos dicho antes, el cuerpo disminuye su temperatura corporal y la sensación de frío es mayor que la del resto de personas. Lo que hace nuestro cuerpo es producir vello en exceso, llamado lanugo, que actúa como "abrigo" contra el frío. Es una defensa natural del cuerpo. 
  • OSTEOPENIA Y OSTEOPOROSIS -> Una vez que hemos "consumido" la masa muscular que protege a los huesos, comenzamos a "consumir" la masa ósea, lo que hace que los huesos se debiliten y se rompan con facilidad. Además, frena el crecimiento.
  • AMENORREA -> Ausencia de la menstruación. El cuerpo que no recibe alimento suficiente trata de ahorrar energía. En la menstruación las mujeres tenemos un gasto energético elevado. Si "nos ahorramos" esta pérdida de energía, el cuerpo puede emplear las fuerzas en sobrevivir.
  • DIENTES Y UÑAS FRÁGILES -> Es frecuente que las uñas se rompan "en capitas" y se queden feas. Lo mismo ocurrre con los dientes, que se pueden llegar a caer.
Son muchas las consecuencias de la anorexia, aquí solo he expuesto algunas. Otras consecuencias pueden ser: deshidratación, trastornos psíquicos asociados como ansiedad y depresión, anemia y otras alteraciones sanguíneas, problemas gastrointestinales...


No he querido hacer un copia y pega de las consecuencias expuestas en cualquier página de internet, sino que, como he expuesto al principio, he querido explicar algunas de ellas desde mi experiencia y de una forma más cercana y asequible, sin tirar de terminología médica engorrosa. Os pido perdón si por ello algo no está del todo bien explicado. 

Algo importante que quiero deciros antes de dar por concluida esta entrada es que es muy habitual que uno de los primeros síntomas de la anorexia sea la amenorrea, pérdida de la menstruación. Sin embargo, no todos los cuerpos funcionan igual. Yo estuve años excusándome en no haber perdido la menstruación como signo de que todos se equivocaban y de que yo no tenía anorexia. Ingenua de mí, la anorexia me atacaba por otros lados "menos visibles": bradicardia, osteopenia, caída del cabello, aparición de vello corporal en sitios en los que nunca lo había tenido, uñas frágiles y debilitadas, ansiedad, depresión...

Muchas de estas consecuencias, además, no son inmediatas, sino que surgen a lo largo de la vida (si vives). Puede que te cures de la anorexia, pero que a los treinta años sufras de osteoporosis, que uno de tus riñones deje de funcionar, que desarrolles un problema cardíaco y muchas otras nefastas consecuencias.

LA ANOREXIA TE MATA. AFECTA A TODO TU CUERPO Y LO DEBILITA HASTA LA MUERTE.


Por supuesto, no podemos olvidar la factura a nivel social y familiar, que es igual de destructiva, pero de esto hablaré en otra entrada distinta.






jueves, 23 de julio de 2015

EL RETO DE SALIR DE TU ZONA DE CONFORT

La verdad es que llevo tan pocos días con el blog activo que tengo una mezcla de sentimientos cuanto menos curiosa. ¡Ojo, todos buenos! Básicamente creo que lo que me pasa es que tengo que asimilar la gran acogida que ha tenido. Os agradezco a todos, de verdad, vuestros comentarios, vuestras palabras de ánimo, el que compartáis en vuestro facebook el blog... Tengo la cabeza embotada ahora mismo porque se me ocurren tantos temas de los que hablaros que estoy deseando hacerlo ya, sin embargo, quiero controlar el impulso, no vaya a ser que dé todo de golpe y me quede sin nada para el futuro aunque, sinceramente, espero que nunca me quede sin nada que contar, para empezar porque esto es una lucha para toda la vida y, por tanto, siempre hay batallas y retos nuevos e interesantes.

Estos días estoy en otra ciudad. ¡Gran reto! Salir de la zona de confort. Otros lugares, otra gente, otras comidas, lejos de tu familia, de tus amigos, a mesa puesta, de bares, de tapeo... Quizás os preguntéis por qué resulta esto difícil para una persona que ha sufrido TCA (Trastorno de la Conducta Alimentaria). 

Resulta difícil por varias razones. Por un lado, porque la gente que te apoya día a día y que te aporta cierta seguridad no está. Por otro lado, porque todos sabemos que como en casa no se come en ningún sitio, que la comida de mamá es única y nos la sabemos, pero que fuera de casa la elaboración de la comida es una incógnita. Si vas a un bar o a un restaurante puedes elegir algo de la carta, pero ¿y si vas a mesa puesta? ¿Y si no te gusta lo que te ponen? ¿Y si estás lleno y no puedes más? Ante todo, calma, hay que relativizar, nadie se muere por estar cuatro días fuera de casa a mesa puesta. Olvídate de todo y disfruta esos cuatro días porque no van a volver, son únicos. Céntrate en descubrir nuevos sabores, charla con la gente que tienes alrededor y, lo más importante, disfruta del momento. En unos años, o incluso en unos meses, recordarás estos días por la gente que conociste, por lo que aprendiste, por los lugares que visitaste, por lo bien que lo pasaste... No por si comiste postre o te lo dejaste. Eso no es importante. Pero si montas "numeritos", si no comes, si te vas a vomitar, etc, etc, entonces los recordarás como cuatro días horribles en los que recaíste y olvidarás el resto. ¡Qué pena! Yo elijo la primera opción, no sé vosotros.

Tampoco hay que ser brutos. Si te llena mucho la comida y no te cabe el postre, da las gracias y recházalo, di que estás lleno. No pasa nada. Todo el mundo lo hace. Pero es importante ser conscientes de si lo estamos dejando porque estamos llenos y sino vamos a explotar o si estamos poniendo esa excusa para no ingerir más calorías.

Espero que esta pequeña reflexión os anime a luchar y a todos aquellos que no padecen anorexia pero tienen gente cercana a que entiendan el reto tan grande que se plantea en una situación así y el logro que supone superarlo con éxito.

Querida Ana / querido bicho, en cuanto a ti, creo que te estás quedando sin flechas en el arco. Cada día hago mi escudo un poquito más grande. 

RESPUESTAS

Anoche, "una fiel seguidora del blog"(así es como ella misma se presenta), me formuló una serie de preguntas que, dada su importancia en el proceso de esta enfermedad, he querido contestar abiertamente con un nuevo post.
La primera pregunta dice así: "¿qué sientes al verte en el espejo?" 
Bueno, antes de nada, os diré que más adelante publicaré un post dedicado exclusivamente al espejo, ya que es un tema fundamental en todo este proceso. 
Bien, contestando a tu pregunta... ¿Por dónde empezar? Casi resultaría más fácil decir ¿qué no siento? Ya que es tal la mezcla de sentimientos, emociones y pensamientos las que me surgen en tan pocos segundos que es muy difícil plasmarlas por escrito. No obstante, ahí va.
La respuesta más sencilla que puedo darte es que depende de la fase de la enfermedad en la que te encuentres. Cuando aún estás tan enferma que niegas rotundamente tu enfermedad sientes asco, rabia, odio, fobia, enfado y toda clase de sentimientos oscuros y negativos. Observas tu reflejo y ves a una persona enorme con carnes de las que agarrarse por todos lados. Esto te hace llorar, porque ves lo que más odias, lo que te hace estar enferma y llevar a cabo toda clase de conductas destructivas: te ves gorda. Tratas de aguantar la respiración y meter tripa en un atisbo de palpar tus costillas o los huesos de tus caderas, pero nada. Además, siempre hay una o varias partes fóbicas. LA PARTE FÓBICA es aquella sobre la que focalizas toda tu atención al mirarte en el espejo, aquella que más odias. En mi caso, la tripa y los muslos. Esto causa un sufrimiento extremo ya que te lleva, no sólo a verte gorda, sino a verte DEFORME. Cuántas veces habré dicho: "esque miro mis brazos y me veo delgada pero en cuanto bajo la mirada veo una cadera y una tripa que no van acorde con el resto del cuerpo. No lo entiendo". 
Pasa mucho tiempo hasta que empiezas a pensar en una posible distorsión. Al fin y al cabo, creerte algo que no ves es una de las cosas más difíciles de la vida. Ya te pueden decir lo que sea, que como tú no lo ves, antes te crees lo que ven tus ojos que lo que te dice la gente. Por tanto, esto te lleva a lo que he dicho antes, a ejecutar toda serie de acciones enfermizas para perder peso. 
Antes o después, llega el día en que, al empezar a aceptar tu enfermedad, te planteas: ¿y si toda la gente tiene razón y efectivamente soy yo la que no me veo? Y entonces pasa esto: te plantas frente al espejo y te dices que "por tus narices" te vas a ver delgada. Pero no hay manera, así que lloras y lloras y te odias aún más. IMPOTENCIA.
Para no hacer un libro de este post, saltaré a la última fase. Decides confiar ciegamente en la gente que te quiere y aceptar que, aunque no te veas así, tiene que ser cierto que estás delgada. Cuesta mucho, muchísimo. Me parece esta la fase más dolorosa. Sabes que estás delgada, porque además hay datos objetivos que lo demuestran, pero sigue sin gustarte tu cuerpo, sigues viéndote digamos "con unos kilitos de más". ¿Y entonces qué podemos hacer? NADA. CONFIAR EN LA GENTE QUE TE QUIERE. MIRARTE AL ESPEJO Y DECIR "OLÉ YO Y MI CUERPITO SERRANO". PONERTE GUAPA Y SALIR DE CASA CON UNA SONRISA. Sé que a las chicas y chicos que pasan por esta enfermedad les parecerá imposible hacer esto, pero os digo de corazón que yo ahora mismo estoy en esta última fase y, hoy en día, es lo que mejor me ha funcionado. A veces me río sola cuando me sorprendo a mí misma diciéndome frente al espejo "¡qué guapa!", pero hago el esfuerzo de creérmelo. Simplemente, estoy en una fase en la que he sufrido tanto por un simple reflejo que trato de pensar automáticamente "bueno, no es real" y pasar de largo sin detenerme en exceso. Además, OS ASEGURO QUE HAY ESPEJOS QUE TE HACEN MÁS DELGADA Y OTROS QUE TE HACEN MÁS GORDA (Y ESTOS ÚLTIMOS ABUNDAN) Y QUE ES UNA REALIDAD QUE EL ESPEJO ES UNA SUPERFICIE PLANA Y TÚ UN CUERPO CON VOLUMEN, POR LO QUE TAMPOCO ES LO MÁS OBJETIVO QUE DIGAMOS.
La segunda pregunta era: "¿qué sientes al forzarte (tú o quién sea) a comer?" 
Puuuuuuuffffff... ¡Esque esto da para otro post! Bueno, para ser sinceros, para muchos posts. Así que trataré de ser concisa y ya verás que poco a poco te iré dando respuestas con mis nuevas publicaciones. Aunque, pensándolo mejor, ¿te parece que te responda más adelante para dedicarle así la atención que se merece? Creo que va a ser mejor para ti y para mí. Hoy mismo me planteaba mientras comía este tema y es ahí cuando decidía que le dedicaría un post o varios muy concretos.Tú me dices. 
En cuanto a la tercera pregunta, que decía así: "¿qué sentiste al ser consciente de lo que todo esto repercute en tu vida, tu salud y tu gente?" 
Al principio, como digo en mi carta, no era consciente de estar enferma, estaba en una fase de negación rotunda en la que sólo quería que me dejasen en paz y en la que sentía que hasta que no fuese así no sería feliz. Evidentemente, estaba rotundamente equivocada. Lo que estaba era muy enferma y al borde de la muerte. Todo lo contrario a la felicidad. 
El día que me di cuenta del todo (hasta entonces había tenido varios sustos que me habían hecho replantearme el hecho de poder estar enferma) fue sin duda el día más triste y amargo de toda mi existencia. Más bien los días, porque como todo, es un proceso gradual y largo. 
Creo que algo que todas las personas que padecen esta enfermedad sienten es culpabilidad. Sienten que son responsables de estar enfermas y que por su culpa toda la gente que quieren está sufriendo. Lo que añade una carga de sufrimiento extrema a la persona que padece anorexia. Esto es erróneo claro está, la gente que te quiere no sufre por tu culpa sino por culpa de la enfermedad. Cuando una persona padece cáncer, sus seres queridos no sufren por culpa de esa persona, sufren por el hecho de que esa persona padece una enfermedad. Aquí es igual, sólo que por la ignorancia de la sociedad, te terminas creyendo que eres tú la responsable de estar enferma y, por tanto, es tu culpa el que los demás sufran. Automáticamente, esto te lleva a querer desaparecer y, por lo tanto, a meterte en la rutina del "me quiero morir", "si no existiese no sufrirían por mi culpa", "si me muero sufrirán un tiempo pero después se olvidarán y ya no causaré más daño", etc. ¿DE VERDAD CREES QUE LA GENTE QUE TE QUIERE PREFIERE VERTE MUERTA ANTES QUE VERTE ENFERMA? ¡LO QUE QUIEREN TU FAMILIA Y TUS AMIGOS ES VERTE LUCHAR Y VENCER LA ENFERMEDAD! 
Morirse es lo fácil, sólo tienes que abandonarte. Luchar y sobreponerte a una enfermedad es lo duro y lo difícil. Pero te convertirá en una persona fuerte y valiente.
LUCHA POR SALIR DE LA ANOREXIA PORQUE TE PROMETO QUE LA FELICIDAD LA CONSEGUIRÁS CUANDO VEAS LA SONRISA EN TUS SERES QUERIDOS, ESA SONRISA QUE PROVOCA TU LUCHA Y TU CAPACIDAD DE AUTOSUPERACIÓN Y NO CUANDO ESTÉS TAN DELGADA QUE EL MUNDO SE VUELVA GRIS Y SÓLO VEAS TU TRISTEZA REFLEJADA EN LA GENTE QUE QUIERES. 
Querida Aire, espero haberte respondido como te mereces. 
Un abrazo,
Ana

miércoles, 22 de julio de 2015

¿SUGERENCIAS?

Ya que el blog empieza a dar sus primeros pasos y apenas llevo publicados unos cuatro posts, quería deciros que estaría encantada de responder vuestras dudas y preguntas desde mi experiencia, ya sea de personas afectadas por esta enfermedad, de familiares o amigos de estas, de gente que quiero resolver dudas sobre la anorexia para si propio conocimiento, etc, etc. 

No tengáis miedo en preguntar: ¿cómo te ves en el espejo?, ¿cómo ves a los demás?, ¿qué sientes cuando tienes que comer algo que no quieres?, ¿cómo viviste los ingresos?, ¿qué te decía la gente?... 

Si surgen temas interesantes, no sólo responderé sino que puedo dedicar un post a hablar del tema.

¡Muchísimas gracias a todos! 

VERDE COLOR ESPERANZA

¿Por qué mis posts aparecen redactados en color verde? ¿Por qué no negro, blanco, azul, rojo o morado? 

Cuando estaba ingresada, en este caso por segunda vez, mi mejor amiga del colegio me escribía cartas, ya que los móviles u otros aparatos electrónicos están totalmente prohibidos en los ingresos. En aquellas cartas me transmitía energía, ánimos, ganas de luchar, cariño, apoyo... 

La primera carta, como la mayoría de las escritas a mano, estaba redactada con bolígrafo azul o negro. Sin embargo, la segunda venía revestida de un bonito verde digamos irlandés. ¿El motivo? Aparecía explicado en las primeras líneas: "He pensado que, a partir de ahora, nos vamos a escribir las cartas en color verde, PORQUE EL VERDE SIGNIFICA ESPERANZA Y TODOS LOS QUE TE QUEREMOS TENEMOS LA ESPERANZA DE QUE PRONTO TE CURARÁS". 

Increíble, a mí que me encanta escribir cartas a mano, ahora acostumbro a escribirlas todas en verde, explicando el motivo de mi elección a mi destinatario. Me parece una bonita costumbre.

¿Y tú te animas a escribir en verde? ¡Verde que te quiero verde!

martes, 21 de julio de 2015

CUMPLEAÑOS DE MI MADRE

El blog comienza a dar sus primeros pasos el día del cumpleaños de mi madre. ¿Casualidad? No lo creo.

Es ella quien me ha enseñado a ser quien soy hoy. A luchar como forma de vida. A ganar mis batallas.

Ella es mi sostén, mi pilar, sin ella yo jamás habría vencido al bicho.

A todas las chicas que padezcáis anorexia os animo de verdad a apoyaros en vuestras madres, a confiar en ellas, a quererlas. Y os deseo una madre como la mía, que desde el primer día que enfermé me ha comprendido, ha hecho todo lo que estaba en sus manos para hacerme sentir querida y, sobre todo, para no hacerme sentir culpable. PORQUE LA ANOREXIA NO ES UN CAPRICHO, ES UNA ENFERMEDAD, NO ES NADA VOLUNTARIO. Mi madre ha leído libros, ha visto programas, ha acudido a charlas informativas en hospitales, ha hecho de todo para ser mi mejor terapeuta.

¡GRACIAS MAMÁ! ¡FELIZ CUMPLEAÑOS!

CARTA A LA ANOREXIA

Querida anorexia o, como acostumbro a llamarte, querido bicho:

Me has robado seis años de mi vida. Robado porque esos años jamás podré volverlos a vivir. Seis años en los que he vivido aislada en un reino de oscuridad y llanto. Seis años esclava de ti. 


He perdido mi adolescencia. He cambiado las copas por batidos de proteínas, los modelitos de las adolescentes por pijamas de hospital, el maquillaje por ojeras, la felicidad por tristeza, las discotecas y planes por talleres de mierda…

Aún recuerdo cada noche cómo empezó todo. Como un juego. O eso me querías hacer creer.
Acababa de cumplir 14 años y mi cuerpo me parecía enorme al lado de todas mis compañeras. La gente me decía que es que yo me había desarrollado antes, me había convertido en mujer: caderas, muslos, pecho... mientras que ellas conservaban aún su cuerpo de niñas: piernas infinitas como palos, planas, cuerpo recto sin curvas... Pero lo que la gente me decía me daba igual, yo me veía GORDA. Así que empecé a tirar la comida, a no comer si nadie me vigilaba... Y llegó el día en que me encerré en el cuarto de baño y pensé: "¿y si vomito? Solo quiero probar y perder así un poco de peso, PODRÉ PARAR CUANDO QUIERA". Ingenua de mí, ese día firmé contigo mi sentencia de muerte, pero yo, claro está, ni me lo podía imaginar.

Llegó el verano y subí a la sierra a pasar quince días de julio con mi cuñada y mi hermano. Para entonces, vomitar era mi droga y no entendía qué me pasaba, pero me encontraba fatal y solo quería llorar, estaba asustada. Así que decidí contárselo a mi cuñada, que era como la hermana que nunca había tenido (ya que todos mis hermanos son chicos) y le hice prometer que jamás diría nada a nadie. Ella lloró mucho, pero me lo prometió, y también me dijo que ella sería mi apoyo y en nada todo esto habría sido una pesadilla. Pero llegó un día en que mi cuerpo decidió emitir su primer signo de alerta. Íbamos paseando en bici por el pueblo y yo iba por delante diciendo "¡mira, voy de pie!" Lo siguiente que recuero es estar en el suelo y empezar a llorar de dolor. Me había desmayado. Mi cuñada me dijo que me caí a plomo en el asfalto, mis piernas rebotaron varias veces contra el duro suelo antes de quedar inmóviles. Tenía el brazo roto y un montón de heridas por todo el cuerpo: cadera, mano, codo, barbilla... El impacto fue lo que me despertó. Todo me daba vueltas y era incapaz de ponerme de pie. Un señor que pasaba por allí en coche, se ofreció a acercarme al centro de salud. Me montaron en el coche y esperé en la puerta del centro a que llegase mi cuñada andando con las dos bicis. Cuando llegó y salió el médico volví a perder el conocimiento. Me desperté en una camilla con un médico dándome tortas en la cara para que recuperase el conocimiento y ella con los ojos cargados de lágrimas, agarrada a mis tobillos con fuerza. Cuando volví en mí, estuve un rato en la camilla mientras me hacían preguntas y me tomaban la tensión, me analizaban la glucosa y me median la frecuencia de mis latidos.

Nos mandaron al Hospital Puerta de Hierro para que me hiciesen una radiografía en el brazo y me viese un médico especialista. 

Para entonces, mi hermano y su mujer ya habían llamado a mi madre, tranquilizándola con que había solo había sido un rasguño y que me encontraba perfectamente. 

Nunca olvidaré a aquel médico tocándome el hueso de la cadera y preguntándome: "¿qué es esto?" A lo que yo respondí plenamente convencida: "¡un michelín!"

Mi cuñada cumplió su promesa y, a pesar de las preguntas del médico acerca de mi alimentación, no dijo nada.

Por supuesto, "YO SOLO ESTABA ADELGAZADO, NO TENÍA NINGUNA ENFERMEDAD". 

Mi cuñada se marchó a veranear a Sevilla y yo necesitaba hablar con ella a todas horas. Por entonces no existía el WhatsApp, nos escribíamos por SMS. 

Entonces, un día de julio, a las tres de la mañana, mi madre entró en mi habitación mientras yo dormía y me puso el móvil delante de la cara, empezando a gritar que qué demonios era eso (todos aquellos mensajes con mi cuñada en los que hablaba de mi cuerpo y de comida). Perdí los nervios. Había descubierto mi secreto. Al día siguiente me llevó al pediatra de la familia, quién me habló de anorexia y recomendó una psicóloga a mi madre.

Mis padres ya sabían lo que hacía, ahora ya no había secretos, así que podía optar por no comer directamente, no tenía que ocultarme más. 

Llegó el verano y nos fuimos a Galicia como cada mes de agosto. Hice mucho deporte y apenas comí nada. Mi madre lloraba pero yo "era feliz", aunque claro está, seguía viéndome como una foca.

Al volver de Galicia, había perdido mucho peso. Empecé a entrar en contacto con términos como IMC y que, hoy en día, forman parte de mi diccionario personal de la vida diaria. Memoricé ese 2,8224 que es mi altura al cuadrado, de modo que cuando alguien decía cuál era mi IMC yo solo tenía que multiplicar aquel número por mi IMC para saber mi peso. Calculadora de pesos y calculadora de calorías, en eso me habías convertido. Hiciste que pareciese buena en matemáticas cuando siempre las había aborrecido.

Empezó el colegio. Mi madre me había cortado el pelo modo chico porque se me caía y, según ella, me hacía una melena fea y descuidada. He de decir aquí que el pelo tardó más de un año en empezar a crecer. En el colegio todo el mundo, profesores y alumnos, murmuraba y me miraba con caras incrédulas. Mi nueva tutora me vigilaba en la hora del patio, asegurándose de que tomase mi media mañana (barritas hipercalóricas marca Meritene), y tenía que ir al baño acompañada de una amiga o compañera.

Tenía una compañera que, por constitución, era extremadamente delgada. Me comparaba con ella a todas horas. Mi madre, preocupada, se lo comentó a mi tutora, la cual le dijo que yo estaba bastante más delgada que aquella chica. Al día siguiente, cuando vi a mi tutora, me enfadé mucho con ella y le dije que por qué había mentido a mi madre, a lo que ella me respondió que no había mentido, que sólo había dicho la verdad, que yo era la más delgada de la clase. Aun así, a esas alturas yo ya tenía mi propia teoría: "la gente me dice que estoy delgada, pero es mentira, solo lo dicen para hacerme sentir bien", que pronto evolucionó a: “la gente me dice que estoy delgada para que coma bien y deje de vomitar y hacer deporte, pero en realidad no lo estoy”.

Mis padres me llevaron a una psiquiatra privada. Habló conmigo, con ellos, me pesó e hizo un informe de ingreso acompañado de estas palabras: "esta niña está muy mal, la va a pasar algo en cualquier momento. Cuando le pase, llevarla al Hospital del Niño Jesús y entregar este informe de ingreso”. Todo esto lo recuerdo muy bien. Recuerdo sus palabras exactas porque, efectivamente, al día siguiente al levantarme para ir al colegio me desmayé y mi madre me encontró inconsciente en el pasillo. Cuando abrí los ojos me tenía sujeta entre sus brazos, llorando y gritando mi nombre. 

Llegamos al hospital, me explicaron que mi corazón latía muy lento y se podría llegar a parar, y me dijeron que me tenían que ingresar en la Unidad de Trastornos de la Alimentación. Yo estaba cansada de chillarle a todo el mundo que YO NO ESTABA ENFERMA, NI TENÍA ANOREXIA NI NADA POR EL ESTILO, pero he de reconocer que ese día me asusté y empecé a llorar, a decir que de verdad iba a hacer las cosas bien, pero que no me ingresasen. Como mi madre tampoco quería un ingreso, me dirigieron un ingreso domiciliario, que era como estar ingresada pero en casa. Nada de colegio ni de salir a la calle, pasaba el día tumbada y comiendo con una dieta marcada por el hospital, tan sólo podía levantarme para ir al baño.

Cuando recuperé peso y llegué a mi IMC mínimo saludable, empecé a ir algunas horas al colegio y a un grupo de terapia los miércoles junto a otras niñas que "estaban en mi misma situación".

Escribía un diario ese curso, un diario en el que las frases más repetidas, en letras mayúsculas y bien grandes eran: "ME ESTÁN PONIENDO COMO UNA FOCA", “¿NO QUERÉIS QUE SEA FELIZ? ENTONCES, ¿POR QUÉ NO ME DEJÁIS ADELGAZAR TRANQUILA?”, " YO SÓLO QUIERO SER FELIZ Y NO SERÉ FELIZ MIENTRAS NO ESTÉ DELGADA", "QUIERO QUE TODO EL MUNDO ME DEJE EN PAZ"... 

Llegó un día en el que me enteré de mi peso y perdí el juicio, me puse a llorar y a chillar que me habían dejado estar gorda y cosas por el estilo. Al día siguiente recibimos una llamada del hospital en la que nos avisaban de que aquel mismo lunes tenía que ir a Hospital de Día.

En Hospital de Día me negué a hacer las cosas bien. Cuando se hartaron de mí, me intentaron poner la sonda, pero cuando estaban a punto de hacerlo, llegó mi psicóloga y se lo prohibió. El caso es que escuché a una niña decir que si te hacías daño te echaban para que las demás niñas no lo viesen. La creí, así que al llegar a casa cogí un cúter y empecé a descargar mi ira, enfado y demás sentimientos sobre mi pálido brazo. Me echaron de Hospital de Día y, a cambio, tengo una horrible cicatriz en mi brazo izquierdo para toda la vida. 

El psiquiatra se enfadó mucho. No sabían qué hacer conmigo. Yo estaba feliz porque me había salido con la mía y ahora no tenía que ir a Hospital de Día. El médico le dijo a mi madre que tenían que ingresarme, pero mi madre suplicó que no lo hicieran. 

Las cosas que tienen que pasar al final siempre pasan, por lo que el ingreso llegó al comienzo del curso siguiente, en primero de Bachillerato. 

Siempre que empezaba el curso recaía. Desayunaba y después me iba corriendo al colegio a vomitar. Comía y después me iba corriendo a la biblioteca a vomitar. Tiraba la merienda. Y ponía pegas para la cena. Como es de esperar, perdí mucho peso, así que esta vez el ingreso fue inminente.

Aún recuerdo cuando le rebatía a la psicóloga: "a mí nunca me van a ingresar, yo no estoy enferma, eso a mí no me va a pasar. No estoy delgada, ahí solo ingresan a chicas muy delgadas, no a chicas como yo".

Ingresé durante mes y medio en la Sala Santiago, la sala de TCA, en El Niño Jesús. 

Toda las que allí estábamos lo llamábamos infierno: tiempos para comer, rebañar la última gota, beberse el aliño de la ensalada, comerse la piel del pollo, baños y ventanas cerradas con llave, dietas de 2500 kcal más batidos hipercalóricas lo que hacían 3500, reposo todo el día en la cama, ganarte privilegios como visitas, talleres, estudio... De verdad, si queréis castigar a alguien, no le deseéis la muerte, desearle un ingreso por TCA. 

No me apetece hablar del ingreso, creo que con eso ya lo he dicho todo. Sólo quiero decir que es allí donde tengo el peor recuerdo de toda mi vida; el día que me pusieron la sonda por negarme a tomarme un flan. Me sujetaron con fuerza a pesar de mi lucha, mis llantos y mis gritos. Mientras el tubo pasaba de mi nariz a mi estómago, un pensamiento me atormentaba: "¡mi voz! ¡Mis cuerdas vocales!" Lo peor es cuando te dicen: "si no te calmas duele más". ¿¡Cómo me voy a calmar?! Una vez me sacaron bruscamente la sonda me mandaron a reposar. Me salía sangre por la nariz y por la boca y no me dejaron entrar al baño a coger un pañuelo. Me tumbé boca abajo en la cama llorando contra la almohada. Tardé horas en calmarme.

Después del primer ingreso pasé dos meses en Hospital de Día. 

Tras la experiencia, ya era consciente de que estaba enferma y decidí curarme, pero al curso siguiente volví a caer en la rutina de los vómitos y las mentiras y volví a ingresar otro mes y medio.

Lo peor de todo es que el tiempo iba a pasando y yo seguía enferma, solo quería llorar, estar sola y desaparecer y mis cumpleaños eran a cada cual más tristes. Soplé las velas de mis 18 con los ojos enlagrimados. NO ERA FELIZ. Tú, anorexia, me habías robado la adolescencia y no podía hacer nada para recuperarla. 

Reuní muchas fuerzas, me apoyé en mis seres queridos y empecé a luchar contra el bicho. Ya era hora de ganarle la batalla.

A pesar de mis ingresos, recaídas, hospital de día, terapias, revisiones... mi nota media de bachillerato fue de 9,2 y mi nota de selectividad un 12,8, con un 10 en lengua y literatura y todo.

Por fin acabé el colegio y con ello me aseguré de no volver a esos lugares que me habían visto enfermar y recaer, ni sufrir diariamente las burlas y rumores de mis compañeros, si se les puede llamar así. Así que empecé la universidad y con ella empezó mi recuperación. 

En junio de 2014 me dieron el alta en El Niño Jesús. Fue el día más feliz de mi vida. Aunque una psiquiatra externa tenía que hacerme un seguimiento mensual para comprobar que todo iba bien y no perdía peso.

Me gustaría decir que ahí acabo todo. Que me curé y que ahora soy feliz. 

Por desgracia, antes de empezar tercero, el bicho comenzó a llamar desesperado a mi puerta. Al principio, como siempre, creí que yo podría con él. Pensé que había cogido demasiado peso (Mi IMC era de 18,5 pero el bicho me susurraba al oído que estaba muy gorda) y que cuando perdiese un poco pararía. Me atrapó. Muy fuerte esta vez. La caída fue más dura que nunca porque creía que me había curado para siempre y no era así.

Como las veces anteriores: mentiras, vómitos en cada esquina, saltarme comidas y, sobre todo, mucha tristeza. Lloraba a todas horas, no me creía lo que estaba pasando. Además, bicho, te habías hecho tan fuerte que no podía luchar contra ti. Una tristeza inexplicable, como si me desgarrasen por dentro. Me retorcía en la cama chillando contra la almohada y ahogada en mi propio llanto. No quería salir de la cama y no quería que nadie me viese en ese estado.

La psiquiatra me pidió que cada día fuese a la farmacia a tomarme la tensión y, sobre todo, a medirme la frecuencia de los latidos.

Como no, llegó el día en que mi cuerpo no aguantó más y me desmayé en medio del campus de la universidad. Una ambulancia me llevó al Hospital Puerta de Hierro, donde me pusieron una vía con suero.

Ante esta situación, la psiquiatra propuso un ingreso inmediato. Me pidió que volviese al Niño Jesús por si fuese posible un ingreso a pesar de tener 19 años. La doctora Faya, que había sido mi psiquiatra todos esos años, nos trató a mi madre y a mí de un modo admirable. El ingreso allí era imposible, pero habló con otro psiquiatra que me citó en La Clínica La Luz esa misma tarde.

Cuando tienes esta edad y tienes este problema no hay sitios que te traten en condiciones. En los hospitales públicos ingresas junto a otros pacientes de psiquiatría, pero no tienen unidad de TCA. Sólo te queda la opción de ITA, en Barcelona, pero allí una vez que ingresas nadie sabe cuándo vas a salir: un mes, cuatro meses, un año, dos años... Cuando era más pequeña siempre me amenazaban con mandarme a ITA. 

El caso es que una vez en la Clínica La Luz nos explicaron que un ingreso de esas características suponía 300€ al día, ya que ninguna aseguradora privada cubría un ingreso por TCA. Me puse muy nerviosa, había destrozado la vida a mis padres ¿y encima les iba a arruinar? Me negué. Entonces me dieron la posibilidad de pasar allí el día y dormir en casa. Empecé a ir allí todos los días: comidas bajo supervisión y reposos. Al poco llego la noticia de que el seguro escolar cubriría un 70%, lo cual me alivió un poco. Me costó abandonar el vómito, pero a día de hoy pienso que basta con meterse un día los dedos para quedar atrapada de nuevo por la enfermedad.  

El proceso es largo y llevo desde octubre en el hospital, aunque ahora ya solo voy a comer al mediodía, no es como antes que pasaba allí la tarde y hasta después del reposo de la cena no volvía a casa. Ahora estamos en mayo y mi evolución ha sido bastante buena. Solo rezo para que esta vez sea la definitiva y pueda empezar a vivir mi propia vida, no la del bicho como hasta ahora. Bueno, para ser sinceros, rezo para empezar a vivir de nuevo, porque LA ANOREXIA ES EXPERIMENTAR LA PROPIA MUERTE EN VIDA.

Sueño con volver a disfrutar de un helado un día caluroso de verano con mis sobrinos, de una merienda explosiva con mis mejores amigas o de una fiesta de cumpleaños, de esas que comes tanto que luego nunca cenas. Porque ya no recuerdo como es, porque la última vez que hice algo así y lo disfruté sin pensar en nada más tenía 13 años.

Si por algún casual os preguntáis por cómo me veo al mirarme en un espejo o por cómo me he visto estos dos años atrás que estaba tan bien, os diré que JAMÁS ME HE VISTO DELGADA, PERO DE ESTO SE NUTRE LA ENFERMEDAD, así que he aprendido a confiar en los que me quieren y a razonar objetivamente, porque con un 18 de IMC y una talla 36 nadie puede estar gordo. Además, ¿y si estuviese gorda? Ahora me cuesta mucho pensarlo y que me de igual porque aún me estoy curando, pero tengo muy claro que mientras me preocupe mi apariencia externa NUNCA SERÉ FELIZ. 

Y para todas esas chicas que al leer esta carta pensáis: “A MÍ TODO ESTO NUNCA ME VA A PASAR, YO NO ESTOY ENFERMA”, os diré una cosa que quiero que recordéis siempre: PASA. Y lo peor es que no solo pasan ingresos, hospitales, terapias, depresiones, desmayos, caídas del cabello… es que ESTA ENFERMEDAD MATA. El corazón es un músculo. Con esta enfermedad pierdes masa muscular y el corazón se resiente como los demás músculos del cuerpo, por eso empieza a latir más lentamente. Pero llega un día en que está tan cansado que SE PARA. Yo estuve a punto de morir, Dios sabe por qué me salvé. Pero una de mis compañeras murió con tan solo dieciocho años. Se acababa de curar, era feliz, pero su corazón había sufrido tanto que ya no pudo resistir más y se paró para siempre.
Por eso, odiado bicho, te digo QUE CONMIGO NO VAS A PODER PORQUE YO QUIERO VIVIR, PORQUE YO QUIERO SER FELIZ, Y NO PARARÉ HASTA HABERTE APLASTADO.
NO SEGUIRÉ SIENDO TU ESCLAVA.
Hasta nunca,


BIENVENIDOS A MI BLOG

Desde hace un tiempo atrás, una idea aparece remolona en mi mente: ¿qué son seis años de sufrimiento si con ellos puedo salvar a otras personas de caer en las horribles fauces de la anorexia?

Quizás hasta ahora no estaba preparada anímicamente para iniciar esta nueva experiencia, para compartir mi historia, para escuchar otras historias, para arrojar luz al mundo con mi testimonio.

Existen muchos blogs y páginas webs creadas por personas, desgraciadamente, muy enfermas, que defienden la anorexia y la bulimia como formas de vida, estas son las webs "pro-Ana y pro-Mía". Yo, por mi parte, las denuncio como formas de morir estando viva. Estas páginas se dedican a atrapar a personas que caen en la enfermedad, proporcionándoles métodos mortíferos para adelgazar, dietas escalofriantes para perder 10 kg en una semana, tablas de ejercicios inhumanos para repetir a escondidas hasta caer inconscientes, tablas de pesos "ideales" según la altura que quedan muy por debajo del mínimo saludable establecido por la sanidad; frases, lemas y hasta mandamientos como "no comerás sin sentirte culpable" que animan a ayunar hasta palparse todos y cada uno de los huesos del cuerpo; ¡carreras de adelgazamiento!; fotos de antes y después pidiendo consejos, y más, mucho más de lo que una mente sana pueda llegar a imaginar. Además, las creadoras de estas webs y de estos blogs se hacen llamar "princesas Ana y princesas Mía", pues defienden la más absoluta belleza del esqueleto andante. Ana es el nombre que le dan a la anorexia y Mía a la bulimia, ya que es tal su apego a estas que las tutean y las personalizan para considerarlas sus mejores amigas.

Muy a mi pesar, no son aún suficientes las denuncias hacia estas páginas como para que se cierren e inhabiliten. Es por esto, que en un intento de luchar contra ellas, decido abrir un blog que sirva de alternativa. Me refiero a un blog en el que se aliente a luchar hasta vencer este tipo de enfermedades, a ganarles el pulso en la batalla. Un blog donde, empezando por mi testimonio, se encuentre una luz al final de este túnel angosto, un atisbo de esperanza, un pozo del que sacar ánimos para salir de la enfermedad y no para meterse en ella más a fondo. Porque LA ANOREXIA SE PUEDE CURAR, OS LO PROMETO, SOLO HAY QUE ENCONTRAR LA FUERZA QUE TE AYUDE A VENCER AL BICHO, QUE TE DEVUELVA LAS RIENDAS DE TU VIDA. Y YO QUIERO AYUDAR A LA GENTE A ENCONTRARLA.